lunes, 24 de diciembre de 2012

… y mañana Navidad



Que desde que empecéis la fiesta no pare la alegría hasta cuando sea, al menos, el día siguiente y que el año que viene sea mejor y si no… que le den.
Lo dicho, os deseo lo mejor de lo posible. Un abrazo bloggero.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Alzhéimer



Intentó recordar todo lo sucedido a lo largo del día anterior pero no fue capaz. Luego trató de revivir en su memoria algún suceso de la semana pasada pero también fue inútil. Buscó en su cerebro cualquier hecho que pudiera resaltar acaecido en los últimos años y nada, un completo fracaso, por eso a partir de ese mismo instante decidió escribir en un diario todo lo que le sucediera en cada momento del día y así lo fue haciendo a lo largo de toda una semana.
Cuando quiso recordar los sucesos de la última semana, abrió el diario por la primera página y leyó:
Lunes.- No me acuerdo lo que he desayunado. No sé lo que acabo de almorzar. Creo que no he cenado nada pero no sabría decir si es por falta de hambre o por despiste.
Martes.- No hay novedades.
Miércoles.- Nada que reseñar.
Jueves.- La vida sigue igual.
Viernes.- ¿A quién le importa lo que he hecho hoy?
Sábado.- Imposible escribir porque no recuerdo nada de nada.
Domingo.- ¡Hoy sí lo conseguí, Domingo es mi primo!

… y se durmió feliz.

martes, 18 de diciembre de 2012

Se estrenaba



Era medianoche, la oscuridad reinaba hacía ya al menos cuatro horas y los perros no paraban de ladrar. Atisbó por una rendija de la persiana pero no pudo ver nada tanta era la ausencia de luz. Se quedó absolutamente inmóvil y callado para tratar de detectar algún ruido, aunque fuera sólo un rumor, pero nada se oía.
Los perros seguían con su coro de ladridos incesante. Se estaba poniendo francamente nervioso. El vecino, pensó, podría haber tenido gatos que no arman tanta escandalera y él estaría más tranquilo para romper el cristal de la ventana y entrar a perpetrar su primer robo.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Un inquietante encuentro



Lloviznaba desde antes de anochecer y el desgastado pavimento semejaba un extraño espejo en el que se reflejaban las mortecinas luces de las farolas. Una sombra se vislumbraba en medio de la penumbra reinante, se movía lentamente como si no tuviera fuerzas para caminar, sin embargo, aunque a duras penas, podía distinguirse que se trataba de una mujer que cruzaba la calle embutida en un gabán oscuro.
La curiosidad me hizo acercarme a ella pero procurando que no me viese, me deslicé a lo largo de las fachadas de las casas que se encontraban a su espalda hasta que me coloqué a su altura al otro lado de la calle. Cuando se situó bajo una de las farolas pude observar con más detalle a la desconocida: cabello blanco y largo que llevaba empapado de agua así como el abrigo que chorreaba por su borde inferior y debía pesarle sobremanera de ahí su cansino caminar. No alcancé a ver su rostro y decidí adelantarme a ella antes de que llegase a la siguiente farola. Antes de arribar al siguiente círculo de tenue luz se agachó y recogió del suelo un objeto que en principio no pude identificar pues mis ojos estaban fijos en su rostro que se iluminó débilmente para mostrar su mueca desdentada. Un escalofrío recorrió mi espalda como un latigazo: era la Parca y acababa de encontrar su perdida guadaña.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad



Una mula iba caminando por el campo y al doblar un recodo se fue a dar de manos en boca con un buey que pacía cansinamente en la orilla del camino.
− ¿Dónde vas, bella acémila? − Dijo el astado con voz grave.
− Pues la verdad es que estaba dando un paseo sin rumbo fijo − contestó la mula un poco molesta por haber sido llamada acémila − ya veo que te estás poniendo como un toro a base de tragar malas hierbas.
− Pues sucede que ya estaba harto de rumiar después de haber escuchado por la radio del granjero que el Papa dice que no estuve en el Portal de Belén, y me he venido a pacer un poco para quitarme la depre − explicó el buey − Y, por cierto, − añadió − ¿sabes que también te ha quitado a tí del mismo plumazo?
− Pues no me he enterado de nada porque, con la crisis, mi amo no pone ya ni la radio ni la tele para ahorrar − repuso la mula − ese Papa debe estar chocheando porque si no es así no se explica tamaña chorrada. Todo el mundo sabe, desde tiempo inmemorial, que allí estábamos tú y yo para calentar al Niño con nuestro aliento porque los pobres no tenían para calefacción con los recortes que había decretado Herodes.


martes, 4 de diciembre de 2012

Demasiado tarde



El sonido del teléfono interrumpió el ominoso silencio que reinaba en la vacía sala del diario “El Clamor Matutino”. Alguien que no conocía la noticia debía estar intentando ponerse en contacto con la redacción del periódico y telefoneaba periódicamente desde hacía casi tres horas, agotaba el número de timbrazos (diez) y volvía a la carga al cabo de un cuarto de hora exactamente como si de un autómata se tratase.
         La siguiente llamada encadenó el sonido del teléfono del Jefe de Redacción con el del que había en la mesa del redactor encargado de noticias culturales. A continuación, y sin hacer pausa alguna, fueron sonando todos y cada uno de los teléfonos que había en la sala y esta sinfonía telefónica se fue sucediendo durante más de cuatro horas con espacios de quince minutos exactos, pero nadie estaba allí para atender las llamadas.
El noticiero había cerrado hacía ya tres días por falta de anunciantes pero el anónimo comunicante desconocía este extremo pues representaba a alguien que había fallecido la semana anterior y había legado cien millones de euros para anunciar su óbito ocupando todos los espacios publicitarios del rotativo durante cien años.
El albacea testamentario, que se encontraba en otra ciudad, colgó el teléfono malhumorado por haber desperdiciado su jornada laboral sin obtener éxito:
− Tal vez este periódico no tiene ganas de recibir un encargo de publicidad necrológica que le mantenga de por vida, − pensó.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Estaba solo



Había tenido todo el tiempo del mundo pero no lo sabía, de haberlo sabido, las cosas tal vez se hubieran desarrollado de otra forma y no se encontraría en una posición tan poco favorable.
Miró hacia abajo y sintió un escalofrío que le recorrió toda su anatomía, un abismo aterrador se abría bajo sus pies. Dirigió una mirada hacia arriba y un talud inmenso cortado a pico se mostró ante sus ojos. ¿Qué hacer?
Seguramente que su instinto se lo había hecho saber pero no habría prestado atención, tan entretenido estaba con la contemplación del pedazo de cielo que podía ver a través de la ventana excavada en la roca y que por las noches se mostraba tachonado de pequeñas lucecitas que parpadeaban, que no había tenido en cuenta nada más.
Había pasado olímpicamente de hacer ejercicio físico pues su actitud contemplativa no le exigía esfuerzo alguno.
Ahora, que sus padres habían dejado de visitarle y el hambre le atenazaba las tripas como si de un cepo interno se tratase, ahora no tendría más remedio que echarse a volar.

sábado, 1 de diciembre de 2012

A oscuras



A tientas buscó el interruptor y, cuando lo pulsó, sonó un leve chasquido pero no se hizo la luz. Siguió tanteando infructuosamente la oscuridad absoluta que reinaba en la estancia pero no se rindió y obtuvo el premio que ansiaba desesperadamente: sí, allí estaba ella reposando en el lecho donde la dejó hacía ya varios días.
Acarició su cuello suavemente sin producir ni el más mínimo ruido y siguió descendiendo lentamente para siluetear sus curvas deliciosas sintiendo que su suavidad le penetraba hasta lo más profundo. La tomó en sus brazos y, con el sentimiento a flor de piel, volvió a pulsar sus cuerdas para estremecerse con su melodía como pasaba siempre que la abandonaba por un tiempo.