martes, 15 de enero de 2013

No tenía tiempo



La verdad sea dicha es que nunca tenía tiempo y si procuraba hacer un hueco en su quehacer cotidiano, en seguida se le ocupaba con esto o con lo otro sin que pudiera remediarlo en modo alguno.
Las posibilidades de dedicarse a lo que realmente le gustaba iban disminuyendo paulatinamente al par que su edad avanzaba y, en un momento de lucidez, le vino una idea genial: Cuando se jubilase tendría todo el tiempo del mundo para hacer todo aquello que aún no había podido realizar. Este pensamiento le relajó y, prácticamente, su ansiedad desapareció.
No pudo estar demasiado tiempo en ese estado de paz y sosiego porque su inquieto cerebro comenzó de nuevo a aporrearle el ánimo con problemas irresolubles:
¿Y si entonces (cuando se jubilase) su salud fuera tan mala que le impidiese hacer su capricho? ¿Y si ya no tuviera fuerzas para nada? ¿Y si no tuviese dinero suficiente? ¿Y si…?
Después de machacarse el ánimo durante un tiempo pensó que era demasiado aprensivo, total para mirar el paisaje y no hacer absolutamente nada tampoco le haría falta demasiada salud ni demasiado dinero.

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