jueves, 28 de febrero de 2013

Me gusta cantar el Himno



Hoy asistí al acto que se celebró en el Teatro Coliseo para homenajear a Eloy Viro como hijo predilecto de la ciudad y a Julián Díaz como hijo adoptivo amén de entregar sendas medallas de la ciudad a APROSUB, (podían haberle cambiado el nombre), al Colegio Salesiano y al club ARS de balonmano.
Pudimos también disfrutar de la actuación del joven cantante palmeño David Tubío que nos mostró su arte con tres canciones de distinta factura.
Pero lo que no pude hacer, y eso llevo haciéndolo desde hace treinta y seis años, fue cantar el himno de Andalucía (bueno la verdad es que lo canté por lo bajo igual que el año pasado) y es que, por muy bien que lo haga el cantante de turno, somos muchos los que queremos cantarlo a coro en el día de la Fiesta de Nuestra Tierra.
Espero que tome nota quien corresponda para el acto del año que viene.

martes, 26 de febrero de 2013

Recién nacido



Hoy ha caído en mis manos un nuevo periódico palmeño que, al parecer, se publicará mensualmente y del que existe también la versión digital.
Localpaper, así como suena, se llama la publicación que seguramente no habrá encontrado un nombre menos español. Pero no es del nombre de lo que quiero hablar sino de la falta de autoría explícita de todos y cada uno de los artículos que aparecen en este primer número. No me parece serio ni normal que un periódico arranque sin presentarse siquiera aunque en su primera o segunda página advierte que no se hacen responsables de las opiniones que aparezcan en su interior, difícilmente se podrá responsabilizar a nadie si ni siquiera los componentes del equipo de redacción son conocidos.
Lo dicho, tenemos un nuevo periódico recién nacido pero huérfano.

sábado, 23 de febrero de 2013

23 - F



Hoy es un día para recordar que hace 32 años estuvo a punto de irse al garete la democracia española pero afortunadamente eso no pasó y, mal que le pese a la crisis y a sus mentores, voy a tratar de pasármelo lo mejor posible.
Hala, al mal tiempo buena cara que esto de la crisis es una mierda (con perdón) comparado con lo que podía haber pasado.
Felicidades para todos los demócratas.

miércoles, 20 de febrero de 2013

La certeza del refranero



¿Saben Vds. lo del perro del hortelano?, sí, aquello de que “ni come ni deja comer a los demás”, pues en los últimos tiempos se está produciendo en nuestra ciudad un caso muy parecido y no me refiero a la comedia de Lope de Vega sino a lo de no dejar comer a nadie.
Hay un señor que tiene un negocio al que no va la gente a gastarse el dinero, según dicen porque es demasiado caro, y, en contrapartida, denuncia a quienes sí tienen negocios a los que la gente va encantada porque se lo pasa estupendamente por un precio mucho más en consonancia con el momento económico que estamos pasando.
No cabe la menor duda que, tal como pasaba en el Siglo de Oro, la envidia y la mala leche abundan en nuestros días.

lunes, 18 de febrero de 2013

De Príncipes



─ Buena mujer, ¿habéis visto pasar al Príncipe Feliz?
─ ¿Es que vos no sois ese Príncipe?
─ No, yo soy el Príncipe Valiente.
─ Yo creía que erais el Príncipe Azul.
─ La verdad es que a veces me han confundido con mi cuñado pero yo cojeo y me gustan los toros.
─ ¿Y por qué os llaman así?
─ Pues porque no le temo a nada ni a nadie, ni siquiera al Fiscal Anticorrupción.
─ Eso mismo dijo el Príncipe Encantado y, ya veis, ahora le llamarán el Príncipe Encadenado.

sábado, 16 de febrero de 2013

La bomba



─ Oiga, ¿.ha visto Vd.  el paquete que ha dejado ese individuo detrás de aquella columna?
─ ¿A qué individuo se refiere?
─ A uno con muy mal aspecto que acaba de salir por la puerta que hay al lado de la cafetería.
─ Pues la verdad es que no me he fijado en él, ¿y cuál es el paquete?
─ Aquél que está semiescondido detrás de la columna, ¿no lo ve?
─ Sí, lo veo y tiene Vd. razón es un paquete harto sospechoso.
─ Deberíamos decírselo al jefe de estación, ¿no le parece?
─ Perdonen Vds. que me meta en su conversación pero no he podido evitar el oírles, ¿hace mucho rato que dejaron ahí el paquete? Parece una mochila o un bolso de viaje mediano.
─ Pues hará unos cinco minutos.
─ ¿Creen Vds. que puede ser una bomba?
─ Pues ahora que Vd. lo dice puede que tenga razón, mira que si es una bomba.
─ ¿Vds. tres están hablando de una bomba?
─ No sabemos si es o no es pero este señor ha visto como un individuo con pinta de terrorista dejaba un bulto sospechoso escondido detrás de aquella columna.
─ Yo creo que lo mejor que podemos hacer es alejarnos de aquí y avisar a todo el mundo para que no se acerquen.
        En un abrir y cerrar de ojos el hall de la pequeña estación de ferrocarril quedó desierto si bien de cuando en cuando algún curioso asomaba la cabeza por las puertas o por las ventanas para mirar hacia el objeto de sus miedos.
─ Por favor, ¿serían Vds. tan amables de dejarme pasar?
─ Ni lo intente, joven, hay una bomba a punto de estallar y le aconsejo que haga como nosotros que estamos esperando a que llegue la policía.
─ ¿Y qué aspecto tiene la bomba?
─ Pues creo que es un bolso que está escondido detrás de una columna, mire, mire por esta ventana, pero con muchísimo cuidado.
─ ¿Se refiere al bolso de viaje de color azul?
─ Precisamente, Vd. lo ha dicho.
─ Pero, hombre, ése es mi equipaje que lo he dejado escondido mientras iba al servicio para orinar y necesito cogerlo porque el tren está a punto de llegar.



jueves, 14 de febrero de 2013

¿Impaciente?



Ya no estaba dispuesto a aguantar por más tiempo aquella situación. Todas las cosas tienen un límite y pensó que ya no había más aplazamientos ni más zarandajas. Que no, que ya se había colmado el vaso de su paciencia y no iba a esperar más para que luego pasara lo de siempre y él se quedaría mirando con cara de tonto mientras otros se lo llevaban calentito. Lo hizo, se marchó y dejó la cola de la máquina de café del Servicio de Urgencias porque tenía a treinta delante de él.
(No hay nada como desayunar en casa).

martes, 12 de febrero de 2013

La fuga



Cuando la reja se cerró a sus espaldas comprendió cuán complicado iba a ser el escapar de allí o al menos eso es lo que parecía pues los calabozos son lugares para encerrar a la gente y que no puedan salir quedando privados de libertad durante un tiempo.
Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la penumbra que reinaba en el lugar donde le acababan de encerrar. Dos camastros, un cubo de zinc para defecar y un ventanuco que se vislumbraba a duras penas porque estaba tapado con un trozo de saco mugriento.
Inspeccionó los jergones para elegir uno y le pareció que uno de ellos estaba más caliente que el otro así que se decidió por este último. Se acercó al ventanuco y retiró a medias el saco que lo cubría…
─ ¡No podía ser! ─ casi gritó pero pudo sujetar su lengua a duras penas.
Lo que sus ojos le acababan de mostrar era que los barrotes estaban aserrados y dejaban espacio suficiente para escapar por allí. En un principio pensó que podía tratarse de una trampa y, en cuanto asomase la cabeza, le pegarían un tiro y a otra cosa mariposa que ya había visto cosas parecidas en las películas que ponían en la sesión matinal del cine de su barrio, pero quiso hacer una prueba sacando por el hueco el apestoso cubo de las deposiciones… Nada, no se produjo ningún disparo ni ruido alguno que pudiera inquietarle. Entonces decidió arriesgarse y se escurrió a través del ventanuco hasta dejarse caer al suelo al otro lado del muro.
─ ¿Has dejado ya de hacer tonterías? ─ escuchó que alguien le hablaba con voz queda a su lado.
Dio un respingo y su corazón se puso a mil por hora: ¡Le habían descubierto!
─ ¡Vamos! Deja de encogerte que no te voy a matar, ─ le susurró la voz ─ si quieres salir de aquí sígueme y no hagas ningún ruido.
Entre las sombras del crepúsculo siguió rápidamente a quien le habla hablado y, sin mediar palabra, llegaron hasta la orilla del río cuando la noche ya acababa de caer. Su sombra acompañante rebuscó bajo unos matorrales y comenzó a tirar de algo que, con la oscuridad, no podía identificar pero la voz le sacó de sus dudas.
─ Ayúdame a sacar la piragua ─ le dijo señalando el objeto que había bajo los matojos.
Se pusieron a la tarea y consiguieron sacar la embarcación que inmediatamente pusieron en el agua sin producir ni el más ligero chapoteo.
─ ¿Quién eres? ─ Preguntó a la sombra.
─ No te preocupes ahora por mi nombre, que seguramente no te dirá nada, y sube a la canoa para que nos alejemos de aquí lo más pronto posible ─ respondió su interlocutor subiendo a bordo y cogiendo un remo para poner en marcha la embarcación.
Bogaron durante más de una hora por el río a favor de la corriente sin percibir ninguna señal de que su huída había sido descubierta. De su acompañante solo vislumbraba la espalda delante de él hacia la proa de la piragua.
Las luces de una pequeña población se divisaban a unos centenares de metros pero, como el cielo estaba nublado, la luna no delataría su presencia así que se dejaron arrastrar por las aguas para evitar el sonido de los remos hasta que dejaron atrás los últimos vestigios del poblado. El cansancio de la frenética actividad del día anterior le hizo caer en un sopor que dio paso a un sueño profundo.
Despertó empapado en sudor y con una extraña sensación en el estómago amén de un dolor de cabeza que le machacaba las sienes como si una mordaza le presionara. Miró a su alrededor esperando encontrar la floresta y el río pero todo lo que observó fue el mobiliario de su propio dormitorio… sólo había sido un sueño.

domingo, 10 de febrero de 2013

Compra equivocada



─ Por favor, no enciendas la luz ─ gimió desde debajo de las sábanas.
─ Sólo iba a descorrer las cortinas ─ respondió ella.
─ ¡No, tampoco!, por lo que más quieras ─ suplicó con voz lastimera.
─ De acuerdo, no te preocupes que, si así lo deseas, no dejaré entrar la luz en todo el día. ─ Zanjó y, acto seguido, salió de la habitación cerrando con dos vueltas de llave.
Pensó para sus adentros:
─ No sé para qué me compré el vampiro, si le abro de noche, me muerde el hijo de su madre, y de día no hay manera de echarle la vista encima. Debí comprar un loro y estaría más acompañada.

viernes, 8 de febrero de 2013

Cuento de Carnaval



El Carnaval se le echaba encima y no tenía ni puñetera idea de cuál iba a ser su disfraz.
Primero fue a todas las tiendas de chinos que había en la ciudad pero no encontró nada que fuese suficientemente original como para colmar sus deseos. Después miró y remiró todas las páginas de Internet que tenían relación con la venta de disfraces e, incluso, con la confección de los mismos pero nada servía a su idea de originalidad. Quería ser único en la calle cuando se paseara ante sus convecinos.
Cuando estaba a punto de arrojar la toalla y tomar la decisión de irse de viaje para no sufrir y ocultar la cabeza como el avestruz, una idea le iluminó el semblante, subió al trastero y abrió el baúl de la abuela: allí estaba todo lo que iba a necesitar. ¿Cómo no se había dado cuenta antes teniéndolo tan cerca? Cogió una bata vieja de lunaritos, un pañuelo para la cabeza y una talega a la que hizo dos agujeros para los ojos,… ¡Ah! Y el periódico de ayer.

¡¡Qué Torpeee!!

jueves, 7 de febrero de 2013

Curiosidad



“Cupido tuvo la culpa”. La frase se me quedó como si a fuego me la hubieran grabado en la frente. ¿Cupido tuvo la culpa? ¡Valiente justificación a estas alturas! Digo yo que para decirme que no había sido un hijo deseado podría haber elegido otro lugar y otro momento, pero las mujeres, y sobre todo mi madre, suelen ser así de ocurrentes y hacen y dicen cosas de lo más inoportuno. ¡Con lo decidido que estaba yo a lanzarme al vacío desde la azotea! Ahora tendré que suspender mi suicidio para enterarme de los pormenores de la historia.

lunes, 4 de febrero de 2013

Cambios radicales



Parece increíble pero lo cierto es que un cambio de ubicación puede traer consigo un cambio radical e inesperado en cuanto afecta al modus vivendi.

Ese fue el caso de mi prima Felisa que vivía en la Argentina y se vino a España cuando lo de la dictadura de Videla y cambió su trabajo de partera por el de maquilladora en un tanatorio, curiosa forma de darse la mano la vida y la muerte a través de una misma persona.

La luz y la oscuridad, la altura y la profundidad se hicieron complementarias cuando el hermano de mi vecino Rafael cambió su trabajo de farero en Almería por el de minero en Alemania y es que cuando algo cambia en nuestro entorno, produce sistemáticamente otra transformación por aquello de mantener el equilibrio del planeta.

¡Vamos! Digo yo que será por eso.

Aunque lo más chocante fue lo de mi prima Ernestina que cambió el lugar de su despedida de soltera y a los nueve meses menos una semana de casarse dio a luz (es un decir) a un niño mulato y a su marido por poco si no lo tienen que meter en el manicomio: “LA MATO, LA MATO” gritaba como un poseso y yo no me explico qué tendrá que ver en el asunto la Ministra de Sanidad si el parto fue como una seda pese a los recortes.

viernes, 1 de febrero de 2013

En boca cerrada…



Cuando mi madre se empeñó en que mantuviera la boca cerrada al salir de casa no me imaginaba cuánta razón tenía al aconsejarme, pero yo, como buen hijo desobediente, no le hice el más mínimo caso y así me ha ido desde entonces.
Primero fue lo de mi prima Carlota. Me enteré de sus devaneos con el vecino del primero izquierda y, si hubiera mantenido la boca cerrada, no me habría llevado el bofetón que me largó el vecino el primer día que me encontró por la escalera.
Luego vino lo del tío Ricardo que decían que se las traía con la modista del cuarto derecha y yo, inocente de mí, pregunté a su hija qué es lo que se traían y la susodicha por poco no me saca los ojos con las tijeras cuando fui a su piso para recoger el vestido de mi hermana (que podía haber ido ella, ¿no?)
Pero lo más gordo ocurrió cuando me enteré del asunto de cuernos que había entre la vecina de enfrente y el que decía que era su marido (que no lo era) y, por un comentario que se me escapó en el estanco, tuve que emigrar a casa de la abuela para que el fulano no me abriera en canal y me sacara los hígados como había dicho a voz en grito en el descansillo de la escalera para que se enterara bien todo el vecindario del bloque.
Decididamente lo mío es crónico. Según dice la abuela es que tengo el muelle de la lengua flojo y eso, al parecer, es bastante difícil de curar por las buenas. (Pues por las malas tampoco se me ha curado, al menos de momento).