viernes, 26 de julio de 2013

Medioambiental



Llevaba ya un buen rato inspeccionando el terreno palmo a palmo. Nada pasaba desapercibido para su vista perfectamente entrenada. Aún no había atisbado ni siquiera un leve movimiento en algún arbusto que pudiera delatar la presencia de un ser vivo cuando sintió el silbido del proyectil que pasó rozando su cabeza. Inmediatamente se puso en guardia y pensó a toda velocidad en buscar un lugar donde refugiarse. Un nuevo proyectil le pasó rozando y comenzó a pensar que verdaderamente tenía un problema. Trató de identificar el origen de aquellos disparos y una pequeña columna de humo le hizo dar un respingo que le salvó la vida de milagro. ¡Aquél imbécil no sabía que a las águilas no se les puede disparar…! ¿Dónde estarían los forestales?

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