Esta
madrugada la bóveda celeste se abrió y dejó escapar toda el agua de los
pantanos celestiales con un enorme estrépito de rayos, truenos y relámpagos que
yo afortunadamente no oí porque tengo taponado un oído y estaba durmiendo de
lado y menos mal porque le tengo algo más que respeto a las tormentas.
Cuando
nos hemos levantado, la inundación en el salón de la casa era evidente pues se
quedaron abiertas las ventanas y no nos dimos cuenta así que llevamos todo el
día secando cojines. La piscina a punto de rebosar y es que nos cayeron encima
nada menos que 80 litros
por metro cuadrado entre las seis y las once que es cuando salió el sol y que
al jardín le han venido de perillas.
Esperemos
que esta noche no se repita el fenómeno y, por si acaso, dejaremos las ventanas
bien cerradas.