viernes, 2 de agosto de 2013

¿Sirenas?



El ruido de las olas al romper mansamente en la arena de la playa era lo único que se escuchaba en el silencio de la noche. Aquél rumor que otras veces le había servido para dormirse ahora se había vuelto contra él y estaba a punto de sacarle de quicio, tal era su estado de ánimo después de lo ocurrido el día anterior.
Aquél era un verano de los más calurosos que recordaba y la mañana ya advertía con su bochorno de lo que iban a ser las horas centrales del día, cuando hasta las chicharras dejaban de cantar por lo elevado de la temperatura.
Tony cogió su tabla de windsurf y se dirigió resueltamente hacia la orilla. El viento caliente de tierra infló su vela en cuanto se puso de pié sobre la tabla y comenzó a arrastrarle mar adentro como tantas y tantas veces había pasado a lo largo de los años que llevaba practicando su deporte favorito.
Estaba tan ensimismado contemplando la caprichosa gama de azules que presentaba el mar que, cuando quiso darse cuenta, dejó de ver la costa que debía ser su referencia para volver.
En principio no se puso nervioso y cambió la orientación de la vela para marchar a contraviento pero en ese mismo instante el viento dejó de soplar, se instaló una calma chicha y negros nubarrones cubrieron el cielo dando al traste con su posibilidad de orientarse por el sol.
Se sentó en la tabla y dejó caer la vela que quedó flotando en el agua. Poco a poco, y con el suave balanceo, un sueñecillo se fue apoderando de él. No tenía idea de cuanto tiempo habría transcurrido cuando un chapoteo le sacó de su sopor. Miró hacia el lugar de donde procedía el ruido y solo acertó a ver el extremo de un par de colas de pez que se hundían bajo el agua y volvió a sumirse en el sueño quedando exánime tumbado sobre la tabla. Le pareció escuchar entre sueños voces de mujeres pero no consiguió abrir los ojos.
La tarde agonizaba cuando Tony recobró el sentido y se encontró tumbado en la arena de la playa. Su tabla se encontraba a pocos metros de él y fuera del alcance de las olas que le lamían suavemente los pies. Instintivamente dirigió su mirada hacia el mar y creyó vislumbrar un par de cabezas que se hundían en el agua. Esperó para ver si volvían a salir a la superficie pero fue inútil, nadie asomó entre las tranquilas aguas.
¿Quién le había sacado del agua? ¿Tal vez un delfín amigo de los bañistas despistados? ¿O quizás…? No, no podía ser,… las colas que vio cuando estaba en medio del mar tenían escamas,… y los delfines no las tienen y no tienen voces de mujer…

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