miércoles, 23 de octubre de 2013

Final



La tarde lluviosa era la consecuencia natural de una mañana plomiza durante la que pasaron de largo negros nubarrones. Al fin, a eso del mediodía, comenzó a llover, al principio tímidamente, pero, a medida que avanzaban las horas, la cadencia de la lluvia fue aumentando hasta convertirse en un repiqueteo que tamborileaba en los cristales de la ventana con sonido monocorde y ritmo acompasado.
Percibió un olor que al pronto no supo identificar. Estaba seguro de que lo había olido antes, tal vez hacía algún tiempo, pero no dejaba por ello de serle conocido. Notó como los recuerdos pugnaban por aflorar en su memoria pero todo fue inútil: seguía padeciendo aquella maldita amnesia que le había provocado el accidente sufrido la semana anterior y que le dejó sin conocimiento durante bastante tiempo.
Las campanadas de un reloj comenzaron a oírse en la habitación contigua. Las fue contando mentalmente: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…, ahí se detuvo la cuenta, siete era un número que también le parecía que debía significar algo en su existencia pero tampoco lograba recordar el qué…
Ha sido hace poco, ¿verdad?
Sí, justamente cuando el reloj marcaba las siete.
Pobre, no pudo reponerse del tremendo golpe que sufrió en la cabeza y no salió del coma.
Habrá que ventilar la habitación, el olor de la cera y de las flores han hecho que el ambiente esté muy cargado.

4 comentarios:

  1. Tremendo tu escrito Un placer que me hayas encontrado pues me gusta el aroma de tus letras y el sabor que me dejan depues de leerte
    Acabo de escribir de nuevo te espero

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