lunes, 21 de octubre de 2013

Invita la casa



Era verano y a las cuatro y cuarto de la tarde el vuelo de la línea aérea “low cost” hacía ya más de media hora que había despegado. La tripulación había aceptado a regañadientes el último acuerdo laboral que dejaba reducida la dotación a tres personas por viaje: piloto, copiloto y una azafata.
 Lucrecia terminó de colocar el resto de las botellas de agua en el carrito de las bebidas, se miró en el espejo y se colocó bien el pequeño gorrito que la compañía le obligaba a llevar. Echó una ojeada al termómetro que indicaba la temperatura del interior del aparato: 30 grados.
Fue repartiendo botellas a todos los pasajeros pidiendo disculpas por el fallo del aire acondicionado y regresó de nuevo a su cabina. Tiró el pequeño frasco y la jeringuilla al evacuador de residuos y se asomó a la zona del pasaje: Sí, el efecto del veneno había sido fulminante.

3 comentarios:

  1. ¡Qué maldad tan sibilina! Quería acabar con todo bicho viviente y fácilmente lo logró. Quizás es que en el cielo, se creyera Dios. Un besito

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  2. Se volvió loca con los problemas de la crisis

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