jueves, 16 de enero de 2014

Volar, pero adónde



Bajó del avión pálido como la cera y es que lo de volar no era santo de su devoción. Si no hubiera sido porque estaba ya desesperado de buscar sin resultado un trabajo, nunca hubiera cogido ese vuelo que le había trasladado hasta las Américas.
Después de recoger su equipaje y de pasar los trámites de la aduana, atravesó la terminal y salió al exterior.
Rechazó el ofrecimiento de varios taxis pues debían venir a recogerle según le dijeron por teléfono antes de salir de España y se aproximó al bordillo de la acera con la intención de hacerse visible a la persona que viniese a por él.
Los primeros quince minutos de tardanza los achacó a la circulación, cuando ya llevaba media hora esperando pensó que habrían sufrido una avería. Su teléfono móvil no funcionaba en absoluto porque no habría ninguna compañía telefónica compatible con la suya.
Según iban pasando las horas su preocupación iba aumentando a pasos agigantados hasta que al fin, cansado de esperar a pie firme, tomó la decisión de volver a entrar en la terminal del aeropuerto y continuar su espera de una forma más cómoda. Dio media vuelta y… entonces fue cuando lo comprendió: Se había equivocado de aeropuerto.

4 comentarios:

  1. Dios, espeluznante, maestro de la intriga. Me ha encantado. Besos

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  2. GRACIAS A TÍ QUE ERES INCONDICIONAL Y GUAPA. UN BESO

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  3. ¿Lo habría hecho inconscientemente por miedo a dar un paso que le producía pavor? Todos los arranques son difíciles (salvo que seas hijo de alguien).
    Un saludo
    JM

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