lunes, 3 de marzo de 2014

No era la fecha



La verdad sea dicha no era, ni con mucho, el mejor discurso que había pronunciado pero tampoco había dispuesto de demasiado tiempo para prepararlo y, además, no había tenido prácticamente ningún espectador si descontamos a los dos que dormitaban en el banco que había a la sombra del ciprés de al lado y a los jardineros y el enterrador que se movían de un lado para otro arrancando hierbas. De todas maneras había sido una soberana estupidez que para inaugurar su propia estatua tuviera que decir unas palabras porque los muertos no hablan y tampoco sabía a quién se le había ocurrido la idea de pronunciar un discurso en el cementerio el doce de octubre. Si hubiera sido el uno de Noviembre…

2 comentarios:

  1. me gustan más así, los discursos más íntimos.... odio eso de ir al cementerio los 1 de noviembre... cualquier otro día es más tranquilo y relajante

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  2. No podemos manejar
    los tiempos, nadie sabe cuando
    le tocará la hora pero
    es triste, que no se le acompañe
    a un ser por más que haya
    hecho en su trayectoria.
    Los cementerios son frios
    y vacios de sensaciones,
    Besitos.-.

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