viernes, 21 de marzo de 2014

Tal para cual



Blas llevaba ya veinte años trabajando en la tienda de su tío y jamás había cogido de la caja ni un céntimo pero aquel día su mujer le había encargado un pollo del mercado para la cena y, como se había olvidado de la cartera, decidió tomar el dinero prestado de la caja con la intención de reponerlo al día siguiente.
El caso es que se olvidó totalmente del dinero y nunca lo repuso pero, como la cosa se fue repitiendo muchas veces a lo largo de ese verano, un día su tío le comunicó que iba a tener que cerrar la tienda.
Blas se quedó cariacontecido y recordó de golpe sus cada vez más frecuentes visitas a la caja registradora. ¿Sería él la causa del cierre del negocio?, se preguntó mentalmente a la vez que su preocupación por el futuro se acrecentaba más y más. Pensó confesarlo todo y prometer a su tío que devolvería hasta el último euro pero no le dio tiempo porque su pariente se dirigió de nuevo a él y le dijo:
Tengo que pedirte que me perdones, sobrino, porque la causa de tus futuros males he sido yo…
La cara de Blas era todo un poema a medida que iba escuchando a su tío.
… que cada día me iba con el dinero de la caja a jugar al póker con cuatro sinvergüenzas que me han ido limpiando sistemáticamente hasta que se han quedado con la tienda y contigo porque también me jugué al dependiente

4 comentarios:

  1. mi madre cuenta que en su pueblo, un señor de dinero se jugó a la mujer y acabó suicidándose... que triste lo del juego, verdad?

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  2. Arriba el animo te presiento bajoneado
    abrazos

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  3. No, aunque no lo parezca, estoy muy bien. Besos

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