jueves, 3 de abril de 2014

Siempre hay un bar en la esquina



Era como una página en blanco. Como el Emilio de Rousseau, totalmente bueno sin mezcla de mal alguno, o al menos eso es lo que pensaban de él pero, (siempre hay un “pero”) como no todo es oro lo que reluce, no era tan limpio de corazón como pudiera pensar la casi absoluta mayoría de los y las que le conocían: cuando soñaba con ella siempre aparecía desnuda, eso sí, en el Paraíso Terrenal.
El problema era que no se llamaba Adán y ella no se llamaba Eva y no era su pareja, era la camarera del bar de la esquina que estaba casada y tenía tres hijos.

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