martes, 8 de julio de 2014

La noche más corta



No había tiempo que perder. Era totalmente imprescindible que llegaran a tiempo y, sin embargo, aún no se habían puesto en camino, es más, aún no se habían levantado de la cama y el despertador había sonado tres veces a intervalos de diez minutos tal y como lo habían programado cuidadosamente antes de irse a dormir.
Se incorporaron al unísono como si estuviesen sincronizados y, en unos momentos, la actividad dentro de la habitación se convirtió en frenética. Antes de lo que pensaban, estaban ambos prestos a partir de inmediato.
Salir del cuarto y bajar las escaleras fue todo uno, de manera que, en un santiamén, estaban ya caminando a buen paso hacia su destino. Cuando divisaron a lo lejos la luz del faro de levante respiraron aliviados porque la oscuridad era reina del paisaje aunque ya podía vislumbrarse una cierta claridad en el horizonte: estaban a punto de contemplar el primer amanecer del verano.

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