Albino
y Julián caminaban como de costumbre manteniendo una animada conversación. Iban
tan inmersos en el tema que debatían que no observaron como una tormenta de
grandísimas proporciones se aproximaba a toda velocidad tal como era habitual
en aquellos lares del trópico.
El
estruendo del primer trueno les hizo volver a la realidad de golpe y porrazo.
Rayos y centellas caían por todas partes a su alrededor. Con el corazón en un
puño corrieron hacia la marquesina de un bar con el fin de guarecerse pues,
además del aparato eléctrico, había comenzado a llover de forma torrencial.
El
camión de los perritos calientes aparcó junto al bar donde estaban los dos
amigos porque el conductor no podía ver bien a causa de la lluvia. Era un
furgón que se abría por un lateral formando un mostrador y encima del vehículo
llevaba un gran perro de plástico con la boca abierta y la lengua fuera.
Como
quiera que la lluvia arreciara y la marquesina que les protegía era bastante
estrecha, intentaron entrar dentro del bar pero era casi imposible por la
cantidad de gente que ya estaban dentro. A duras penas Julián consiguió entrar
pero a Albino le fue totalmente imposible por lo que, sin pensarlo dos veces,
se encaramó al camión y se metió dentro del perro.
El
conductor decidió cambiar de sitio porque llovía algo menos y podía ver por
donde iba pero Albino, cuando sintió que su refugio se movía, intentó salir y
se le enganchó un pie dentro con lo que se quedó colgando de la boca del perro.
Julián
que contemplaba la escena boquiabierto pensó para sus adentros:
Y ahora
cómo le explico a su mujer que se lo ha llevado un perro en la boca.
hay veces que la realidad supera a la ficción.... jajajaja
ResponderEliminar