viernes, 1 de agosto de 2014

¡Vaya tela!



Pues, según parece, la cosa no estaba tan clara como yo creía y las consecuencias que podían derivarse del asunto no eran, ni mucho menos, controlables.
Y Vds. dirán: ¿A qué se refiere éste cuando dice que la cosa no estaba clara? Pues bien haré un esfuerzo de memoria y se lo contaré con el mayor número de detalles posibles.
Hace ya bastante tiempo mi amigo Agustín se echó una novia que se llamaba Eduvigis. La chica era bastante agraciada a pesar de su nombre y era bastante simpática y culta por demás pero a mi amigo se le atravesó el padre de la muchacha que, la verdad sea dicha, era un tío insoportable que además se creía gracioso y sometía al bueno de Agustín a todo tipo de bromas pesadas e incluso de mal gusto.
Mi dilecto amigo decidió que había llegado a ese punto en que el vaso rebosa y se dicen cosas que luego uno se arrepiente de decirlas pero ya no admiten camino de vuelta y así, con todo el veneno que tenía acumulado contra el que había de ser su suegro en el futuro, le largó después de soportar estoicamente una de sus bromas:
¿A Vd., que presume de ser tan listo, no le da vergüenza haberle puesto a su hija un nombre tan horrible? ¿Es que quiere espantarme ya que no me asusté con el nombrajo?
La pobre chica que presenciaba la discusión, en un arrebato de amor filial, tomó partido por su progenitor y le soltó a su novio un bofetón que se oyó hasta en la China.
Agustín, decepcionado por la actitud de ella, comenzó a largar de lo lindo acerca de intimidades del noviazgo y demás cosas que nunca se deben decir, se dio media vuelta y salió dando un portazo que casi saca la puerta de las bisagras.
Esa es la historia y juzguen Vds. si no es para que yo pensara que la cosa estaba totalmente finiquitada. Pues no, ahora resulta que el padre de la chica llamó por teléfono a mi amigo para decirle que le perdonaba la broma que le había gastado y que, cuando analizó fríamente lo sucedido, comprendió que sólo se  había tratado de una broma para compensar las muchas que él le había gastado a mi amigo Agustín…, pero no queda ahí la cosa sino que mi amigo ha tragado el anzuelo y hasta ha puesto fecha para la boda.
Desde luego hay quienes se merecen con creces lo que les pase.

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