sábado, 25 de octubre de 2014

Veinticinco aniversario



María había cambiado mucho en los últimos veinticinco años. Había retocado tanto su anatomía que poco o nada tenía que ver con aquella chica delgaducha que se fue a Buenos Aires cuando destinaron allí a su padre como agregado comercial de la Embajada. Ahora, a través de una red social, una antigua compañera del Instituto la había localizado en Estados Unidos, donde residía desde unos años atrás, y por esa razón estaba bajando del avión para reunirse con sus compañeros y compañeras y celebrar el veinticinco aniversario de su graduación.
Le habían dicho que Paco Morales, el “ligón del Insti”, era el encargado de ir a recogerla al aeropuerto.
Buscó entre la gente que había en la terminal para tratar de identificarle aunque dudaba mucho que pudiera hacerlo después de tanto tiempo. Miró y remiró por si había alguien que llevase un cartel con su nombre pero nada, no había carteles, bueno sí, allá casi al final, un tipo no dejaba de mirarla: gordo, calvo, con un traje gris arrugado y zapatos marrones. ¡Qué lástima!, pensó, ¡hay que ver como había cambiado con el tiempo el chico que se las llevaba a todas de calle y por el que suspiraba alguna que otra profesora joven y también otras menos jóvenes!
En estas disquisiciones andaba cuando escuchó que alguien a su espalda la llamaba por su nombre:
“¡María!”
Se volvió rápidamente y se encontró a un señor que estaba pero que muy bien, con el pelo un tanto canoso que hacía un  juego perfecto con sus preciosos ojos grises y lucía una barba bien cuidada que enmarcaba perfectamente aquella sonrisa encantadora que nunca había podido olvidar. Se dirigió de nuevo a ella para decir:
“Ya sabía yo que eras tú aunque de frente no te hubiera reconocido…”

1 comentario:

  1. a veces creemos que somos nosotros los únicos que no cambiamos... pero si cambiamos y muchísimo.... y no solo el aspecto físico, sino nuestro ser más interno.....
    creo que me he liado un poco, no?
    besos

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