miércoles, 19 de noviembre de 2014

La cartera



         Se tocó el bolsillo interior de la chaqueta y comprobó que la billetera no estaba en el lugar acostumbrado. Volvió sobre sus pasos hasta la parada del autobús donde se había bajado pero nada, no se le había caído o, si ese era el caso, alguien la habría recogido antes de que él volviera a buscarla.
         Comenzó a repasar lo que recordaba de su contenido: carnés de identidad y de conducir, tarjetas de crédito, dinero (unos sesenta euros) y quizás algún resguardo. Bueno, lo primero era anular las tarjetas. Llamó al número que tenía memorizado en su móvil y en un pispás la cosa estuvo hecha. Ahora había que ir a la comisaría más próxima para hacer la denuncia, pero qué denunciaría, una pérdida o un posible robo y, si era así, ¿dónde se la habían robado?
         Comenzó a sudar por el nerviosismo de sentirse atacado en su intimidad y sacó el pañuelo del bolsillo para secárselo. Trató de recordar a toda la gente que había tenido cerca durante la mañana:
         No había chocado con nadie en la calle y tampoco había tenido a ninguna persona tan cerca en la parada del bus… ¡Claro! ¡Cómo no se había percatado de ello en su momento! ¡Qué pedazo de idiota había sido! Aquella chica que se le pegó como una lapa en el autobús repleto de gente y se apeó en la parada anterior a la suya después de regalarle una sonrisa de despedida…
¡Oiga, señor!, ¿es suya esta cartera?, se le acaba de caer cuando sacó el pañuelo del bolsillo.

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