Sentía un raro
placer con la cara mojada. Con los ojos cerrados esperó impaciente que el agua
le volviese a inundar el rostro. Así, así, sin parar, por favor…
─ ¡Segundos fuera!
Aquella mano que le lavaba y
enjugaba con la esponja desapareció. Abrió los ojos y solo vio siluetas
borrosas. Se levantó cuando alguien le quitó sin miramientos el banquillo donde
había permanecido sentado. Pensó:
─ Maldita campana, no vuelvas a sonar…
pues que se retire del combate, siempre he creído que es un deporte horroroso!!
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