Tu voz sonaba al
otro lado del teléfono:
“Regálame una noche
de amor apasionada
que esta noche
quiero ser sólo tuya
para vivir de nuevo
aquel encuentro
en el que nos lo
perdonamos todo
cuando por vez
primera
sin prisas nos
amamos
y ardieron nuestros
cuerpos
fundiendo nuestras
almas”.
Te contesté:
“Ven pronto, no
pierdas ni un instante,
impaciente te
espero apasionado”.
Veinte veces bajé
al piso de abajo
pretendiendo
escuchar tus pasos fuera.
Ahora sí, ahora he
sentido tu llamada
y volviendo mis
pies sobre mis huellas...
trepidante bajé de
dos en dos las escaleras,
trémula y
torpemente abrí la puerta
y tú estabas allí
radiante y bella.
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