Llevaba ya un rato sin dormirse
esperando que su madre le leyera un cuento. Apagó la luz y en ese mismo
instante sintió los pasos de su madre que entró en su habitación y se sentó en
el sillón que había a la cabecera de su cama.
─ ¿Estás dormido? ─ Dijo con voz
queda.
─ No, te estaba esperando.
─ Hoy te leeré el cuento de Rigoberto:
“Rigoberto
era un niño feísimo pero que tenía tan buen corazón que todo el mundo le quería
muchísimo. Un día alguien le habló del río que pasaba por la ciudad y decidió
ir a verlo aunque tendría que caminar al menos dos días para llegar a la
carretera y allí coger el autobús… “
─ Juanito, poco a poco, dejó de oír la voz de su madre y
se quedó dormido como un tronco.
─ Juanito, ¿estás dormido? ─
La voz de su madre le volvió a la realidad.
─ No, no, mamá, estoy despierto.
─ Entonces te leeré el cuento de Rigoberto:
“Rigoberto
era un niño feísimo pero que tenía tan buen corazón que… “
─ No, mamá, empieza por cuando Rigoberto vio al niño que
estaba a punto de ahogarse en el río.
─ Pero, hijo mío, si eso está casi al final… ¿Y lo demás
del cuento? ─ Protestó la madre
─ Es que lo demás ya lo he soñado.