domingo, 28 de junio de 2015

La carrera



         Había sido una tarde de calor sofocante pero cuando el sol se escondió detrás de la última duna, la temperatura comenzó a bajar de forma apreciable.
         Andrés pensó que si había llegado vivo hasta las cercanías del oasis, podría avanzar ahora aunque fuese a gatas hasta la laguna o el pozo que suponía habría en el interior del pequeño palmeral.
         Intentó ponerse a cuatro patas pero sólo consiguió estirar uno de sus brazos sintiendo un dolor que se le clavaba hasta el tuétano de los huesos. Decidió esperar hasta que el frescor de la noche le devolviera la vitalidad necesaria pera intentar acercarse a su salvación.
         Las horas fueron avanzando de forma inexorable hacia el siguiente amanecer y Andrés únicamente pudo arrastrarse una decena de metros. Se puso boca arriba y, taloneando en la arena, consiguió arrastrarse unos metros más pero no era suficiente, aún le faltaban unos cincuenta para alcanzar el palmeral.
         La claridad que comenzó a iluminar el horizonte le hizo sobrecogerse de temor: el nuevo día estaba próximo y el calor acabaría con las escasas energías que conservaba.
         Se concentró y, desde lo más profundo de su ser, sacó la fuerza suficiente para levantarse y correr a trompicones buscando el agua, pero ya era tarde… demasiado tarde… su loca carrera no era más que un espejismo y, cuando miró hacia atrás, pudo ver su cuerpo exánime tendido cara al sol que acababa de asomar por detrás de las dunas.

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