lunes, 14 de septiembre de 2015

La búsqueda



Tenía casi la absoluta seguridad de que no lo encontraría pero continuó con los preparativos para la búsqueda revisando minuciosamente el equipo que iba a llevar consigo. El coche lo recogió la tarde anterior del taller donde lo habían puesto a punto para que no diese problemas y el depósito así como los tres bidones de combustible de reserva estaban llenos. El depósito del agua y los víveres para un mes (¡Qué exageración!) estaban ya cargados. Sólo faltaba un detalle y es que no tenía ninguna pista que le indicara por dónde empezar.
Cargó las bolsas de las herramientas y de la ropa y giró la llave del contacto.
El motor arrancó a la primera y condujo lentamente hasta el inicio del camino. Nunca había seguido aquella senda y por eso le pareció que pudiera ser la que él habría tomado cuando desapareció hacía ya cuatro días.
El carril, aunque no estaba asfaltado, no tenía demasiados baches y el todoterreno se desplazaba bastante suavemente sobre su superficie. En su cabeza comenzaron a bullir los recuerdos del último fin de semana que pasaron juntos en la casa. Lo pasaron muy bien contándose cosas que habían sucedido mientras estaban separados, hicieron el amor en el porche bajo la luz de las estrellas… Nada le hizo sospechar entonces que, en menos de una semana, desaparecería como si se lo hubiese tragado la tierra. Ni la policía ni los vecinos más próximos le habían visto desde el pasado miércoles que bajó al pueblo para hacer la compra.

El Comandante de puesto de la Guardia Civil le dijo que no podían buscarle porque nada indicaba en la casa que hubiera sido atacado o llevado por la fuerza. Se limitó a tomar nota para mandar los datos a la Comandancia Provincial y a quedarse con su número de teléfono por si aparecía.
El camino comenzó a serpentear subiendo un cerro y abandonó sus pensamientos para prestar atención a la conducción so pena de salirse en una de las cerradas curvas.
Cuando llegó a lo alto del promontorio paró el coche y bajó para otear con los prismáticos todo lo que desde allí se divisaba.
¡Allí! Sí, allí, casi gritó cuando revisando la orilla de un riachuelo poblada de cañas, creyó ver algo de color rojo que podría ser el coche que buscaba. El nerviosismo se apoderó de su cuerpo y, temblando de emoción, volvió a subir a su vehículo para iniciar la bajada por la otra vertiente del cerro.
A medida que se aproximaba su excitación iba en aumento porque estaba claro que era el Toyota rojo lo que había apenas vislumbrado desde el altozano. Frenó en seco al llegar a la altura del otro coche y bajó de un salto dirigiéndose a la carrera para buscarle.
A seis o siete metros del coche rojo había un cuerpo tendido en el suelo. Pensó que estaba muerto y las lágrimas afloraron en sus ojos, pero no, el cuerpo se movió y trató de incorporarse. Sí, era él y ¡estaba vivo! Se lanzó sobre su amado y le abrazó llenándole la cara de besos.
¿Qué te ha sucedido, cariño?
Bajé al arroyo para refrescarme, pisé mal y creo que me he roto el tobillo.
Pero, Daniel, ¿por qué no me llamaste por teléfono?
No había cobertura, y yo estaba seguro de que tú me buscarías en cuanto me echases en falta.
Pues no sabes la preocupación que he tenido durante estos días sin saber nada de ti.
Lo siento, David, no volverá a ocurrir.

1 comentario:

  1. cuando desaparecen personas importantes en nuestras vidas... que mal lo pasamos, verdad?
    besos.

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