miércoles, 13 de enero de 2016

Recuerdos: Mi primera visita a la playa



Fue en el verano de 1960. Mi padre estaba trabajando en Lucena y, antes de la hora de comer, llamó por teléfono a mi madre para que preparase un equipaje ligero e ir a pasar el fin de semana a la playa.
En un visto y no visto estábamos mi madre, mi hermano Luis y yo en la estación cogiendo el tren para ir a Montilla donde nos recogió un amigo de mi padre y nos llevó con su coche a Lucena.
Al parecer era un viaje organizado en autocar para llegar de noche el viernes a Málaga y volver el domingo a Lucena. La emoción era tal que el tiempo se me hizo nada y a eso de las ocho de la tarde-noche estábamos bajando del autocar en la Alameda de Málaga.
Dormimos en una habitación que mi padre había alquilado en una casa particular y a la mañana siguiente estábamos todos subidos en el tranvía que nos llevó a la playa del Chanquete donde, cuando me enfrenté al mar  que estaba un tanto picado, quedé petrificado como si me hubiera dado un aire. No era capaz de articular palabra por mucho que mis padres se empeñasen en que les dijera qué me parecía el mar.
Extendimos las toallas en la arena y allí me senté para digerir poco a poco el impacto que me había producido aquella nueva experiencia.
Tardé al menos una hora en acercarme a la orilla y dejar que las olas mojasen mis pies. Luego la sensación no fue demasiado desagradable y conseguí meterme hasta que el agua me llegase casi por la cintura y entonces vino lo peor: una ola me revolcó y salí del mar escupiendo arena y agua salada como alma que lleva el diablo.
Ya no me volví a acercar al agua ni ese día ni al día siguiente que fuimos en coche de caballos a la playa del Palo y es que el mar y yo nunca hemos sido buenos amigos.

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