miércoles, 20 de enero de 2016

Recuerdos: Mis primeros escarceos con los cigarrillos



Tenía aproximadamente doce años cuando me picó la curiosidad por el hecho de fumar.
En aquel entonces yo iba al colegio junto con otros chavales del barrio y un día uno de ellos sacó un cigarrillo y comenzó a fumar. Inmediatamente todos le envidiamos pues veíamos en él lo que más de una vez habíamos deseado hacer pero no nos atrevimos.
Nos contó que no era tabaco sino matalauva lo que fumaba y aseguraba que no era malo para la salud. Después de mucho porfiar con él, nos confesó que los compraba en un puesto de chucherías que había en la calle Capitán Cortés (hoy Alcalde de la Cruz Ceballos) del barrio de la Ciudad Jardín de Córdoba.
Allí fui a comprar mis primeros cigarrillos que, como no olían a tabaco, en casa nunca sospecharon que fumaba. Con el tiempo fui perdiendo las precauciones y comencé a fumar tabaco. La marca era Peninsulares y era fuerte como él sólo.
En casa me escondía en el baño y luego abría la ventana y agitaba la toalla para expulsar el humo y el olor (qué ingenuo). Mi padre, como era fumador, prefirió hacerse el sueco y no me dijo nada pensando que sería mejor no prohibírmelo para ver si así lo dejaba, eso sí, me acortó la paga semanal de forma que sólo me fumaba un “Chester” los domingos después del cine.
Mi sorpresa fue que, cuando me presenté con la reválida de cuarto de bachiller aprobada, me dio un paquete de Ganador emboquillado y me dijo: “Toma y deja ya de apestar el baño con ese tabaco que fumas”

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