sábado, 20 de febrero de 2016

Recuerdos: El carrito de los helados



Recuerdo como si fuera ayer el sonido del heladero que vendía sus productos por las calles cuando yo era pequeño.
Aquel hombre vestido con un gorro, un pantalón y una camisa blancos como la nieve que parecía salido de un paisaje polar y que, sin embargo, paseaba las calles de Córdoba en pleno verano a la hora de la siesta. Empujaba un carrito con toldilla pero lo más destacable eran los dos conos de metal cromado que servían de tapaderas a los recipientes que contenían el helado (generalmente de vainilla y fresa), el bote de agua donde estaban los medidores y la caja con cristales para llevar los barquillos.
Siempre procuraba tener el dinero preparado para bajar a la carrera a comprar para mis hermanos y para mí el dulce refrigerio en cucurucho de galleta que nos sabía a gloria y que se nos acababa en un santiamén.
Nunca llegué a explicarme cómo era posible que, con el calor que hacía, no se le derritiesen los helados.

1 comentario:

  1. eso lo he conocido yo pero en una furgoneta en las parcelas... lo esperábamos cada tarde, igual que al de pan
    jajajaja
    besos.

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