jueves, 11 de febrero de 2016

Recuerdos: Las tiendas de ultramarinos



Así se llamaba a los comercios donde se vendían comestibles. Cuando yo era pequeño había dos de estas tiendas en mi barrio de la Ciudad Jardín cordobesa y ambas estaban en la misma calle: el Camino viejo de Almodóvar (o Antonio Maura).
La tienda de “Manolín” estaba en la zona comprendida entre las calles Marruecos y Capitán Cortés y la de “Chari” en la esquina con Magistral Seco de Herrera.
Yo iba casi siempre a la de Manolín porque me parecía que estaba más cerca de mi casa. Recuerdo los sacos de garbanzos, habichuelas y lentejas situados detrás del mostrador de madera, cada uno con su pala dentro para echarlos en los cartuchos de papel, las galletas María de Artiach y las Tostadas de Ruvil en sus cajas de lata de forma cúbica, los caramelos y los frutos secos en aquellos tarros de cristal que estaban sobre el mostrador y que se te metían por los ojos diciendo “cómeme”, el queso dentro de su quesera de tela metálica y el jamón colgado de un gancho. El aparato medidor del aceite, el barrilito del vinagre y otro más grande de vino de veinticuatro, etc,… componían un decorado que no se me ha olvidado todavía. Había que llevar un canasto de palma para la compra y eso es lo que menos me gustaba pero como no había otro remedio… (Quién me iba a decir que, con el tiempo, yo aprendería a hacer los canastos de palma gracias a María Cuesta “la Camiona” en Palma del Río)

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