lunes, 6 de junio de 2016

Recuerdos: Los juegos de mesa



Ahora que el sol ilumina las tardes de la primavera radiante y han quedado atrás las del invierno oscuras y tediosas, muchas veces acompañadas del insistente goteo de la lluvia, he recordado aquellas que fueron de los inviernos de mi infancia y adolescencia y en las que, después de la sesión de tarde del colegio y de hacer los deberes, aún nos quedaba tiempo para practicar los juegos de mesa: el parchís, la oca, el monopoly (entonces se llamaba “el Palé”), incluso el ajedrez o cualquiera de los que venían en las famosas cajas de Juegos Reunidos.
Los mayores jugaban a las cartas o, como decía un buen amigo de mi padre, a “hacer la lectura espiritual del Padre Fournier”. Juegos en los que no se jugaba nada, sólo la honrrilla de ganar a los demás, como la brisca, la canasta o el tute.
Las tardes así se hacían más entretenidas ya que la televisión no había venido aún a visitarnos y a organizarnos la vida polarizando nuestra atención y consiguiendo que dejásemos de comunicarnos entre nosotros y nosotras.

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