lunes, 13 de marzo de 2017

La espera



Se sentía mal, se sentía peor que mal, era una sensación que nunca había tenido antes y que le producía una desazón indescriptible. Estaba seguro que aquél estado era consecuencia directa de lo que había sucedido aquella misma mañana pero no sabría explicar el porqué.
Trató de distraer su atención mirando por la ventana pero todo fue en vano, no podía apartar aquello de sus pensamientos que ya le machacaban el cráneo como si de un martillo se tratase haciéndole sentir incluso dolor físico.
Antes, un tiempo atrás, nunca hubiera pensado que se encontraría en una situación semejante a la que le estaba haciendo padecer ahora las penas del purgatorio o, al menos, así le parecía.
Además las horas parecían pasar a cámara lenta, las agujas parecían arrastrarse por la esfera del reloj de pared que tenía frente a sí como si una fuerza invisible y desconocida quisiera detenerlas definitivamente… Pensó: “Quizás así tarde más en llegar esa hora o, quién sabe, si de esta manera no llegará jamás”. Pero no, bien sabía él que ese momento llegaría cuando tuviese que llegar, ni antes ni después, era su momento y no cabían aplazamientos de última hora que sólo suceden en las películas de suspense y ese no era el caso ni mucho menos, aquello era real como la vida misma… “como la vida” ¡qué sarcasmo! Y lo pensaba quien había hecho de la ironía casi su razón de ser, “el maestro de la ironía hiriente y humillante” habían dicho de él quienes le conocían y asistieron a sus muchas acciones para defenestrar a alguien que le estorbara en su camino hacia el poder… El sonido de la campana del reloj le vino a anunciar que faltaba una hora menos…

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