martes, 29 de agosto de 2017

Compás de espera



El reloj del Ayuntamiento comenzó a desgranar su letanía de doce campanadas cuando Adolfo llegaba a las puertas de la Notaría. Ocupaba ésta una antigua casona de dos plantas que, según decían, habría pertenecido a la familia del Marqués del Balconcello durante siglos y ahora, una vez comprada por el Ayuntamiento y remozada, formaba parte del Patrimonio Municipal que se la tenía alquilada al señor Notario.
Miró en dirección a la casa parroquial que estaba adosada al edificio de la iglesia y vio venir a buen paso a don Matencio que llegaba “con la hora pegada al culo” como suele decirse por estos lares. Esperó a que el clérigo llegase y juntos penetraron en las oficinas de don Lionel, el notario.
Una vez en el despacho, don Matencio tomó la palabra para explicar cómo la “lagarta” de su sobrina Lucía le había tenido engañado acerca de su estado civil, Dios sabe con qué negras intenciones.
Don Lionel no tuvo dudas al respecto y declaró con su voz engolada que la primera parte de la manda era imposible de cumplir pues ya sea muerta o casada, Lucía dejaba de ser candidata al matrimonio con Adolfo. Habría que pasar turno comunicárselo a la segunda sobrina del cura, esto es, a María.
Este era un buen momento para recapitular y ver la historia con perspectiva con el fin de ir definiendo el final, así que se levantó de su silla de trabajo y se dirigió a la cocina canturreando esa melodía que se metía por todos los resquicios desde hacía unos meses: “Despacito… “.
Se preparó un opíparo desayuno para reparar el desgaste fruto de la elaboración literaria y se sentó a dar cuenta de él mientras escuchaba en la radio las últimas noticias.
Notario, Cura e Interfecto quedaron pues de acuerdo en que sería el fedatario el encargado de comunicar la noticia a la señorita María Fina.
Adolfo se despidió de don Matencio en la misma puerta de la Notaría y se dirigió a su casa donde hizo un sucinto relato a Pepa de lo sucedido, más que, porque tuviera necesidad de informarla, por ver si a la fámula se le ocurría alguna idea para solucionar la papeleta dado el buen tino que tuvo para descartar a la primera candidata, pero Pepa no dijo ni “mu”, asintió indicando que se daba por enterada y se fue a la cocina para seguir con la preparación del almuerzo.

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