miércoles, 11 de julio de 2018

Ese oscuro objeto de deseo 3

Decidido del todo a “conseguirlo” me puse el mono de trabajo y me empleé a fondo en mi nueva idea basada en otra peli porno. Después de buscar en todas las guías de teléfonos de Internet conseguí el número de una “fontanera” y me puse manos a la obra para recrear la situación que se daba en el film.
En primer lugar atasqué el fregadero y, a continuación llamé al teléfono de marras donde me contestó una voz femenina que, en mis oídos sonó como si fuera una insinuación, tal era el nivel de excitación que yo tenía. Luego de insistir para que la chica viniese a eso de las nueve de la noche, me metí en la ducha para quedarme más limpio que un jaspe y, sólo con el albornoz puesto, me dispuse a la espera imaginando las mil y una situaciones que me habrían de llevar indefectiblemente al estreno de mi nueva cama. Probé a llenar un vaso de agua mientras suponía a la fontanera tirada en el suelo debajo de mí y observando con ojos como platos mi masculinidad por debajo del albornoz. A continuación ensayé frente al espejo, mil y una veces, mi saludo de bienvenida a la chica amén de la justificación por encontrarme con tan poca ropa encima.
Las horas se me hacían eternas hasta que a las nueve y veinte sonó el teléfono. Era ella para decirme que no podría llegar antes de las diez o, quizás, al día siguiente. Le supliqué que viniera a las diez pero que fuese hoy. Ya no estaba dispuesto a aguantar más y sobre todo ahora que ya estaba a punto de cumplir mi deseo.
Por fin a las diez y cinco sonó el timbre de la puerta y me levanté de un salto para abrir a mi “visitante”. En el espejo de la consola me arreglé, o mejor, desarreglé el peinado supuesto que venía de la ducha.
Tal era mi estado de ansiedad que ni siquiera atisbé por la mirilla sino que abrí la puerta directamente.
Buenas noches, mire, soy el padre de la fontanera y vengo a desatascarle el fregadero porque ella tiene muchísimo retraso…

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