La señorita Gálvez abrió el viejo libro y buscó la inicial
“L”: - Sí, aquí está – se dijo para sí misma- ahora la,… le,… li… ¡vaya, lo
encontré! – casi estuvo a punto de gritar, y leyó:
Licántropo: “El hombre lobo,
también conocido como licántropo,
es una criatura legendaria
presente en muchas culturas. Se ha dicho que éste es el más universal de todos
los mitos y, aún hoy, mucha gente cree en su existencia. Todas las
características típicas de aquel animal - como son la ferocidad, la fuerza, la
astucia y la rapidez - son en ellos claramente manifiestas, para desgracia de
todos aquellos que se cruzan en su camino. Según las creencias populares, este
hombre lobo puede permanecer con su aspecto animal únicamente por espacio de
unas cuantas horas, generalmente cuando sale la luna llena”.
Mientras leía no pudo evitar un escalofrío que le recorrió
la espina dorsal y la hizo sentirse profundamente turbada. Pero no,… no era
posible,… al menos no era probable que él fuera realmente un licántropo.
Le había conocido hacía poco más de un mes en una exposición
de pintura. Se había detenido junto a ella cuando contemplaba un cuadro que
representaba a un extraño animal, mitad fiera y mitad hombre, devorando lo que
quedaba del cuerpo de una mujer,… algo horripilante. Él debió observar su gesto
de repulsión.
- ¿Verdad que es algo impresionante? ¿No le parece? –
comentó él - El pintor ha sabido plasmar en el lienzo todo el dramatismo que
rodearía la escena si fuese real.
Ella dio un respingo sobresaltada y le miró con ojos
asombrados:
- ¿Cómo puede decir que es impresionante? Realmente es
horrible, es… repugnante – consiguió decir.
- Permítame que me presente – dijo amablemente – Me llamo
Diego Lupión y soy el dueño de la galería. El pintor es un gran amigo mío. Tal
vez lo que el cuadro muestra no sea exactamente lo que se ha querido
representar…
- Ya, - respondió ella – quizás hay que realizar una segunda
lectura, leer entre líneas podríamos decir, ¿no?
- Cierto, hay que ver el fondo y no tanto la forma de
expresarse. Y, ¿con quien tengo el placer de estar comentando este cuadro? –
preguntó sin ambages.
- Me llamo Estefanía Gálvez y soy la propietaria de la
tienda de modas que se va a abrir en la esquina de la calle. – explicó con un
tono un tanto adusto.
- Perdóneme si la he molestado – siguió sin perder su tono
amable – pero no era esa ni mucho menos mi intención, señorita Gálvez.
- No me ha molestado, señor… ¿cómo me dijo que se llamaba? –
inquirió en un tono más amigable.
- Lupión, Diego Lupión, pero mis amigos me llaman Diego
simplemente – medió él con una sonrisa bailándole en los labios.
Ella le devolvió la sonrisa y miró su reloj:
- ¡Es tardísimo! – exclamó – tengo que volver a la tienda.
Los montadores del escaparate habrán terminado. Ya continuaremos esta
conversación en otro momento. Encantada de conocerle y ya sabe donde me puede
encontrar si necesita algo de mí.
Salió a la calle y se dirigió a buen paso hacia la esquina.
El corazón le decía que no iba a ser aquella la única ocasión en que
conversaría con él.
Los preparativos para la inauguración de la tienda la
tuvieron completamente absorbida durante el resto de la semana y cuando comenzó
a escribir las invitaciones para la fiesta de apertura se acordó del amable
dueño de la galería de arte y, después de no pensárselo demasiado, decidió
incluirle entre sus invitados.
Como la galería estaba cerca fue a llevarle la invitación
directamente y así volver a verle pues le había impresionado gratamente no en
vano era un hombre bastante atractivo, moreno de piel, pelo negro como el ala
de un cuervo, ojos color miel, nariz recta y mentón pronunciado amén de una
sonrisa cautivadora como había podido comprobar en su primer encuentro.
Llegó en un santiamén pero, cuando preguntó por él, le
dijeron que estaba de viaje y que no volvería hasta el sábado que era,
precisamente el día de la inauguración. Dejó la invitación en manos de un
empleado y le insistió en que le hiciera saber a su jefe el objeto de su
visita.
-Tal vez he insistido demasiado – pensó para sus adentros. –
Bueno, la verdad es que me gustaría volver a verle.
Estefanía Gálvez era una mujer en la flor de su madurez,
tenía casi cuarenta primaveras pero nadie diría que su edad estuviera demasiado
lejos de los treinta años. Pelo castaño, ojos cafés enmarcados por unas cejas
perfectas, nariz un tanto respingona y boca mediana con unos labios que atraían
como si fueran imanes. Mantenía una figura esbelta y proporcionada lo que la
hacía, en conjunto, ser una mujer deseada por muchos de sus amigos y alguna de
sus amigas. Había tenido dos o tres romances pero ninguno de ellos duró lo
suficiente como para que se hiciera ilusiones de algo permanente, no obstante
ella estaba abierta a encontrar al hombre de su vida.
El sábado amaneció un tanto brumoso pero, a lo largo de la
mañana, se fue despejando el cielo hasta que no quedó ni rastro de nubes que
pudieran eclipsar aquel radiante día del mes de mayo. Estefanía estuvo dando
los últimos toques a la decoración de la tienda hasta que los del catering
llegaron a eso de las seis de la tarde. Los invitados estaban citados a partir
de las ocho por lo que tenía el tiempo justo de darse una ducha y ponerse guapa
para deslumbrar a los asistentes.
La fiesta estaba resultando un éxito completo pero Estefanía
no había dejado de acordarse de su invitado especial como ya lo llamaba en su
fuero interno. Eran las ocho y media cuando Diego Lupión hizo su aparición en
la tienda. Traje negro, camisa blanca y corbata a rayas en dos tonos de gris, con
el pelo engominado y luciendo la mejor de sus sonrisas, parecía la personificación
de la elegancia masculina.
Ella que lucía un vestido de color verde agua y unos zapatos
a juego con tacones altísimos, salió a su encuentro y le saludó efusivamente. Él
se disculpó por el retraso pero acababa de llegar de su viaje. Se colgó de su brazo
y le estuvo presentando a todos y cada uno de los invitados. Charlaron
animadamente con unos diseñadores de ropa de lo más simpático y a las diez
menos cuarto Diego se excusó so pretexto de encontrarse muy cansado y se
despidió dejándola un tanto contrariada por lo fugaz del encuentro.
Habían pasado cuatro semanas cuando recibió su nota
proponiéndole salir a comer juntos. Estuvo a punto de no acudir y darle plantón
pero al final decidió intentar una nueva oportunidad y se presentó en el
restaurante a la hora prevista. Diego la estaba esperando y se levantó
cortésmente para saludarla y ayudarle a tomar asiento en la mesa, la dejó
proponer el menú y él decidió el vino. La comida transcurrió por cauces cada
vez más amigables y, después del postre, él le sugirió ir a otro lugar para
tomar una copa y ella aceptó encantada.
Estuvieron charlando animadamente y, de forma natural, se produjo un acercamiento entre ambos que a
Estefanía le hizo pensar en que allí podría haber nacido algo más que una
amistad.
A eso de las nueve, cuando pensaba que cenarían juntos y tal
vez algo más, Diego le comentó que había sido una cita de lo más agradable pero
no tenía más remedio que acompañarla a su casa puesto que tenía una reunión
importantísima a la que no podía faltar.
Fue tan repentino su cambio de actitud que no le dio tiempo
a reaccionar de una forma racional sino que, con un gesto de disgusto mal
disimulado, le dijo que prefería ir sola paseando ya que él tenía tanta prisa.
Esperó para ver la dirección que él tomaba y comenzó a seguirle a una distancia
prudencial para que no se diera cuenta.
Diego tomó un taxi y ella hizo lo propio indicándole al
conductor que no perdiera de vista al otro taxi. El que ocupaba Diego paró en
la puerta de la galería de arte y, ante la sorpresa de Estefanía, él abrió la
persiana de seguridad y penetró en el interior después de dejar la persiana
entreabierta. Le dio al taxista la dirección de su casa y antes de media hora
estaba a las puertas del edificio de apartamentos donde residía. Bajó del coche
y se dirigió al portal. Estaba a punto de abrir la puerta cuando presintió que
alguien la estaba observando, miró en todas direcciones pero no vio a nadie,
sólo la luna llena presidía como testigo mudo aquella noche que acababa de
nacer.
aunque no me gusta la historia del hombre lobo, la verdad es que me has dejado intrigada por saber como continuará!!
ResponderEliminarbesos.
Muy intrigante, JF. Felicidades.
ResponderEliminarUn saludo
JM