martes, 28 de febrero de 2023

Hoy

 

         Hoy hace exactamente un año de que me hicieran Hijo Adoptivo de esta ciudad de Palma del Río y lo recuerdo como si hubiera sido ayer pues fueron tales las emociones que pasaron por mí ese día que no podré olvidarlo nunca.

         La puerta del Teatro Coliseo donde me encontré con familiares y amigos que me estaban esperando para asistir al acto, el patio de butacas lleno hasta reventar cuando penetré y me dirigí a la primera fila en la que tenía reservado mi asiento junto con los demás homenajeados y  homenajeadas, y esa sensación de ir levitando mientras atravesaba todo el lugar hasta sentarme en la butaca destinada a mi persona.

         En fin, un cúmulo de sensaciones que hicieron que el acto se me pasara volando, tanto que, cuando quise darme cuenta, ya me estaban nombrando para que subiera al escenario a recibir la distinción que se me había concedido.

         Me costó dios y ayuda subir las escaleras porque tengo las rodillas destrozadas por la artrosis pero, al fin ya estaba arriba, en ese escenario que tantas veces había pisado para cantar con las murgas de carnaval o para representar alguna obra de teatro con “La Cochera de Flores”.

Al fondo, los representantes del Ayuntamiento presididos por nuestra Alcaldesa y, a la derecha, estaban sentados aquellos que ya habían recibido su premio. Me acerqué a la mesa del fondo y me entregaron mis “poderes”: una caja de madera que contenía una placa de metacrilato y un diploma gigante donde aparecía mi nombramiento como Hijo Adoptivo.

Ahora venía el momento culminante del asunto y era decir unas palabras de agradecimiento… cuando rebusqué en mis bolsillos para buscar el papelito con lo que había escrito para la ocasión, sólo encontré una lista de cosas que había que comprar en el supermercado así que tuve que improvisar y creo que no me salió demasiado mal el invento porque veía las caras de los asistentes y sonreían visiblemente, es decir, lo que yo estaba “soltando” debía resultar, cuando menos, simpático.

Luego, a la hora de bajar para la foto me sujetó mi amiga Esperanza de un brazo y Manuel de Palma (el otro Hijo Adoptivo) del otro para evitar que me partiera la crisma. Y, después, las felicitaciones y parabienes de amigos, antiguos alumnos y alumnas y demás conocidos que me agasajaron como si de un campeón se tratase.

Lo que vino más tarde fue una comida magnífica en la Peña Flamenca con mis compadres y comadres, mi prima Ángela y su marido Juan y seis compañeros de estudios que estuvieron conmigo desde cuarto de primeria hasta preuniversitario y que quedaron encantados con lo que el “Primo” nos trajo a la mesa.

En definitiva, ya hace un año que soy palmeño.