El rabilargo vino
a dar la lata
con su graznido
grita en el jardín
espantando a los
mirlos,
asustando al
jilguero y al chamariz,
las tórtolas se
esconden y el verderón
se refugia en su
árbol y espera allí
que alguien eche
al intruso,
que no es de aquí,
que ha venido
rompiendo
en el jardín
la paz y la
armonía, por eso todos
decidieron
reunirse por la mañana
para pensar en
algo que resolviera
el problema
surgido en su barriada,
y mientras
discutían la solución,
el rabilargo
emigra a otro lugar
y deja como
herencia: tranquilidad.