sábado, 21 de septiembre de 2019

La última cena


Se puso en pie y, con parsimonia, recogió la mesa. Puso los platos en el lavavajillas y fregó a mano la copa de cristal que había utilizado para la cerveza: no quería que se rompiese en el lavaplatos pues era de un vidrio finísimo. Luego la secó bien con un paño blanco y la miró al trasluz para observar si estaba perfectamente limpia. No le gustaba meter los vasos y copas en la máquina porque el abrillantador les daba un sabor extraño que se notaba al utilizarlos de nuevo.
Fue al dormitorio y, con la misma lentitud, se desnudó y dobló la ropa antes de colocarla encima de una silla. Pasó al baño y se limpió los dientes con minuciosidad pero sin prisas.
Miró el reloj de la mesita de noche y se tumbó en la cama boca arriba y con las manos cruzadas sobre el pecho y pensó que, cuando las pastillas hicieran su efecto mortífero, le encontrarían en una actitud relajada durmiendo el sueño eterno.

domingo, 15 de septiembre de 2019

D.A.N.A.


Eran apenas las tres de la madrugada y la lluvia mojaba lentamente las calles de la ciudad. El individuo caminaba con paso incierto persiguiendo al perro que sujetaba con una correa. El animal, de cuando en cuando, dejaba de tirar como para dar un respiro a su amo que parecía no estar en muy buenas condiciones como para pasear a aquel mastín que parecía más pesado que el hombre.
Había estado de fiesta con los amigos y, al llegar a su casa un tanto “privado” se encontró que su perro demandaba el paseo nocturno al que estaba acostumbrado.
Poco a poco la lluvia fue arreciando hasta que, de pronto, el nivel del agua que corría por la calle aumentó de forma increíble: en menos de cinco minutos tenía el agua por las rodillas y el mastín comenzó a ponerse nervioso.
Un contenedor de basuras le pasó rozando y estuvo a punto de perder el precario equilibrio que tenía. El agua ya le llegaba hasta la cintura y el perro comenzó a nadar arrastrando a su dueño hacia el portal de la casa donde vivían. Cuando llegaron a la cancela, se agarró con la mano que tenía libre y llamó al portero automático como pudo…
Despertó de golpe con el zumbido del despertador y el perro estaba allí, … a los pies de la cama.

sábado, 7 de septiembre de 2019

El niño de Doña Eugenia


Le llamaban Teodorito y era hijo de la vecina de debajo del piso de mi abuela. Cuando yo iba a casa de mi abuela procuraba pasar por delante de su puerta sin hacer ni el más mínimo ruido porque, si no era así, a los cinco minutos lo tenía llamando al timbre con su tablero debajo del brazo y las fichas y los cubiletes en una cajita que llevaba en la otra mano.
Como quiera que su madre era la dueña del edificio y, por ende, del piso donde vivía mi abuela, no tenía más remedio que jugar con él para no desairar a la señora.
El idiota sólo quería jugar a “La Oca” y jamás consentía en darle la vuelta al tablero para jugar al parchís pues decía que todavía no se había aprendido bien las reglas del juego y yo le podría engañar.
Si no era imbécil, era lo siguiente…

domingo, 1 de septiembre de 2019

Sobre la Tierra


Siempre he presumido de tener los pies sobre la tierra, es decir, que soy una persona que no se deja llevar por fantasías y otras zarandajas, pero lo cierto es que ya no estoy tan seguro de ello.
Y Vds. se preguntarán el porqué de este cambio que creo se está produciendo en mi persona pero la cosa es más bien intuitiva que razonable, o sea, me explicaré:
Si yo siguiese estando totalmente seguro de que no soy un fantasioso, ni siquiera me lo estaría cuestionando a estas alturas y, sin embargo, no me siento bien cuando digo lo de “los pies sobre la tierra” pues mi conciencia no me deja dormir tranquilo si hago esta aseveración y, cuando pierdo el sueño, me da por darle vueltas a la cabeza y cada vez se me ocurren ideas más disparatadas.
Con este razonamiento no sé si he conseguido explicar mi desazón y la intranquilidad de mi espíritu, pero, a medida que voy escribiendo me voy relajando y eso es bueno sin lugar a dudas puesto que, si no fuera así, no tendría más remedio que sentirme desesperado y, más tarde o más temprano, mi cambio existencial me llevaría a la fantasía y, quien sabe si  a la creación literaria que podría convertirme en un escritor de éxito y de esta forma pudiera ser que volviera a tener “los pies sobre la Tierra”.