domingo, 15 de septiembre de 2019

D.A.N.A.


Eran apenas las tres de la madrugada y la lluvia mojaba lentamente las calles de la ciudad. El individuo caminaba con paso incierto persiguiendo al perro que sujetaba con una correa. El animal, de cuando en cuando, dejaba de tirar como para dar un respiro a su amo que parecía no estar en muy buenas condiciones como para pasear a aquel mastín que parecía más pesado que el hombre.
Había estado de fiesta con los amigos y, al llegar a su casa un tanto “privado” se encontró que su perro demandaba el paseo nocturno al que estaba acostumbrado.
Poco a poco la lluvia fue arreciando hasta que, de pronto, el nivel del agua que corría por la calle aumentó de forma increíble: en menos de cinco minutos tenía el agua por las rodillas y el mastín comenzó a ponerse nervioso.
Un contenedor de basuras le pasó rozando y estuvo a punto de perder el precario equilibrio que tenía. El agua ya le llegaba hasta la cintura y el perro comenzó a nadar arrastrando a su dueño hacia el portal de la casa donde vivían. Cuando llegaron a la cancela, se agarró con la mano que tenía libre y llamó al portero automático como pudo…
Despertó de golpe con el zumbido del despertador y el perro estaba allí, … a los pies de la cama.

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