viernes, 30 de noviembre de 2018

CREPÚSCULO


Entre las ramas secas
de aquél árbol desnudo,
va escapando la tarde
con paso decidido.
Sus luces ya se apagan
y, allá en el horizonte,
va dejando jirones
de su esplendor pasado
del color de violetas,
de rosas y naranjas.

martes, 27 de noviembre de 2018

AL ALGARROBO


Tu sombra acogedora me protege,
tu blando suelo de hojas recubierto
me sirve como asiento almohadillado,
amigo de mi siesta vespertina,
tú eres el mejor en mi jardín
para pasar el tórrido verano.
Tus flores no son bellas pero traen
millares de melíferas abejas
que zumban en las tardes del otoño
recolectando tu polen y tu néctar.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

SINSENTIDO


Tal vez es que olvidé
aquello inolvidable,
quizás no me fijé
en lo que era evidente
ni tampoco encontré
lo que estaba en mi paso
pues cuando el corazón
galopa desbocado
es poco lo que pueden
descifrar los sentidos.

lunes, 19 de noviembre de 2018

LA PUERTA DE TU CASA


La puerta de tu casa está cerrada
y ya no tengo la llave para abrirla.
Si tú no me la das, yo no la pido
porque no quiero nada inmerecido.
Si quieres que volvamos a querernos
serás tú la encargada de decirlo
porque yo no me siento ya con fuerzas
para implorar siquiera tu cariño
pues la causa del fracaso quizás sea
el exceso de no tener presente
que tu amor sin mi amor y el mío sin el tuyo
no pueden existir, no son posibles.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Entrega séptima


El Colegio Séneca fue (junto con los dos cursos en el Duque de Rivas de las Palmeras en Córdoba) el lugar donde pasé los mejores años de mi actividad docente.
El primer año llegamos sólo diez entre maestros y maestras pues había ocho aulas donde impartir las clases así que fueron de quinto a octavo de EGB las unidades que se pusieron en funcionamiento, si bien en el Colegio San Sebastián quedaron adscritas otras cuatro.
El centro escolar no tenía cerramiento y la mitad estaba en obras por lo que el trabajo diario y, sobre todo en los recreos, era bastante complicado de hacer.
Durante los dieciséis años que estuve dando clases en el Colegio Séneca fueron muchas las cosas que pasaron y que iré refiriendo en entregas posteriores pero no cabe duda que fue un tiempo determinante para perfilar mi estilo docente que aún no estaba demasiado claro y que mis alumnos y alumnas fueron moldeando junto a mí mismo como artífices conjuntos de lo que fue mi futuro quehacer como maestro.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Sexta entrega


         Durante mis primeros años en Palma sucedieron las primeras elecciones locales democráticas de mi vida.
         En 1979 fueron las Elecciones Municipales que supusieron el fin de los Ayuntamientos franquistas. El resultado fue bastante disperso y así UCD consiguió mayoría pero no suficiente para gobernar y fue la coalición entre PSOE y PCE la que llevó a la alcaldía a Manuel López Maraver.
         Es curioso anotar que en el reparto de tareas fueron tenidos en cuenta los ediles de UCD, cosa que en la actualidad sería algo impensable darles responsabilidades a los miembros de la oposición. El momento era de una ingenuidad palpable aunque poco duró aquella situación.
         En 1980 tuvimos el Referéndum por la Autonomía de Andalucía. Yo pertenecía entonces a una ONG llamada “Solidaridad Andaluza” y participé activamente en la propaganda puerta a puerta a favor del “sí”.
         Entre 1979 y 1981 participé como redactor jefe en el Boletín Informativo Municipal “Palma” junto a mi director Julián Díaz y un grupo de entusiastas entre los que estaban Manolo Morales Pérez, Amparo Moríñigo, Antonio Ortiz Ruperto y Paco Godoy Ruiz.
         Eran aquellos tiempos un tanto revueltos en los que los antidisturbios visitaron nuestra ciudad bastantes veces.
         En febrero del 81 el golpe de estado de Tejero me produjo un susto tremendo y me pasé toda la noche pegado a la radio para tratar de averiguar el desarrollo de los acontecimientos.


lunes, 12 de noviembre de 2018

AL POZO DEL BROCAL ROTO


Ya son muchos los años que han pasado,
por eso tu brocal ya se hizo polvo,
se muestra como ruina del pasado
que otrora parecía esplendoroso.
Yo sueño con tu soga y con tu cubo,
tu carrucha y el agua cristalina
que saciaba mi sed cuando a escondidas
de mis padres bebía de pequeño.
Tú estás siempre presente en mis recuerdos
que volarán conmigo a otros lugares
recónditos, perdidos… a otro tiempo.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Entrada número cinco


         A partir del curso 1979-80 y hasta el 1995-96 estuve destinado en el Colegio Público Séneca que surgió como por arte de magia a partir de dos ampliaciones (teóricamente hablando) de los Colegios Primo de Rivera y San Sebastián. Digo teóricamente porque dichos centros escolares distaban un par de kilómetros de la ubicación de sus respectivas ampliaciones que “misteriosamente” aparecieron juntas y se convirtieron en un nuevo colegio que, entre otras cosas, necesitaba un transporte escolar que no estaba previsto pero como, en esa época, todo tenía solución, se hizo un desdoble con los autocares que transportaban a los alumnos del Colegio Duque de Rivas y “a otra cosa mariposa”: los maestros y maestras a esperar, vigilando a los alumnos y alumnas, hasta que volviesen los autocares que habían llevado a los del Duque de Rivas, con lo cual sólo teníamos dos horas para comer y descansar antes de la jornada de tarde.
         El primer año comíamos en el Bar Alconchel pero, a partir del siguiente curso, nos habituamos a tapear en el Bar del “Zapaterillo” que estaba en la esquina de la Avenida de la Paz con la de Goya, donde teníamos nuestro domicilio.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Cuarta entrega


Martina almorzaba en el comedor de su colegio y yo, como en el mío no lo había, me apunté a comer en un bar que me cogía a mitad de camino de mi casa: “El Bar Alconchel”, donde coincidía con un pariente de mi mujer que estaba en el Colegio del Ferrobús, Paco Moreno y con un diácono que estaba adscrito a la Parroquia de San Francisco, Manolo Vida.
El bar estaba regentado por la familia Romero Alconchel, Antonio y su hijo Mario en la barra y Cándida en sus fogones haciendo cada día que nos “chupáramos” los dedos con sus guisos al estilo de la cocina “granaína”.
Se comía tan bien que el curso siguiente (cuando Martina y yo estábamos en el Colegio Séneca) nos quedamos a comer los dos junto con un compañero nuevo, Adolfo Etchemendi.
El caso es que, aunque han pasado muchos años, sigo conservando mi amistad con Mario y con su madre pues Antonio Romero, el padre, falleció.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Entrega tercera


         El mercadillo lo ponían delante del colegio los martes (de ahí el nombre que recibe “El Martes”) y las madres venían durante el recreo a llevarse a sus retoños para comprarles alguna prenda de ropa, eso sí, después los devolvían al colegio aunque hubiera terminado ya el tiempo de recreo.
         El desplazamiento desde mi casa hasta el colegio lo hacía por la Carretera de La Campana (hoy Avenida de Andalucía) que era, como su propio nombre indica, una carretera con sus cunetas de tierra que también se convertía en barro y charcos cuando llovía. Como Martina, mi mujer, había caído en el Colegio Duque de Rivas (hoy Carmona Sosa) ella solía llevarse el coche porque su desplazamiento era más largo y yo, cuando coincidía en horario con mi compañero Pepe González, me desplazaba con él en su coche, pero cuando esto no era posible tenía que sortear los charcos como buenamente podía y más de una vez llegué al colegio con los pies totalmente empapados de agua.
La verdad sea dicha, aquello distaba mucho de parecerse a lo que hoy es la Avenida por más que, de cuando en cuando, alguna baldosa suelta te ponga perdidos de agua los pantalones.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Segunda entrega


         Mi primer destino fue el colegio que se ubicaba en el barrio de la Soledad y que era conocido como Colegio Duque y Flores aunque en realidad era una sección del Colegio San Sebastián que se ubicaba, como hoy en día, al final del Paseo Alfonso XIII.
         El centro escolar era de lo más deprimente que uno se podía echar a la cara: tres micro escuelas dobles y un par de aulas de construcción antigua.
         Las micro estaban en un estado deplorable con los techos de uralita rajados que se calaban en cuanto comenzaba a llover y el patio era fiel reflejo de lo que era todo el barrio: una pequeña extensión de tierra con una cancha de cemento cuarteado para intentar jugar al baloncesto.
         La minúscula y tenebrosa (sólo tenía un ventanuco) sala de profesores era el lugar donde nos reuníamos los maestros que estábamos libres de clase para “arreglar el país”, corregir y preparar las clases.

        

sábado, 3 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Primera Entrega


Nunca me había planteado escribir sobre mi vida en Palma del Río, pero fue algo que escuché en el informativo de la emisora local, Radio Palma, en el que un político de segunda fila se permitía opinar sobre la historia reciente de la población, lo que me hizo concebir una crónica de mis días en esta pequeña ciudad que me acoge desde hace ya cuarenta años.
Cuando allá por las postrimerías del mes de Julio de 1978 aterricé junto con mi mujer en estos lares, Palma del Río era un lugar muy diferente a lo que podemos ver en nuestros días.
Las calles del barrio de la Soledad eran todas terrizas con lo que cuando llovía se convertían en barrizales intransitables cuyos charcos continuaban haciendo incómoda la vida en aquél barrio donde moraban los habitantes de las clases más populares (por no decir pobres) del pueblo.