Mi primer destino fue el colegio que se
ubicaba en el barrio de la Soledad y que era conocido como Colegio Duque y
Flores aunque en realidad era una sección del Colegio San Sebastián que se
ubicaba, como hoy en día, al final del Paseo Alfonso XIII.
El centro escolar era de lo más
deprimente que uno se podía echar a la cara: tres micro escuelas dobles y un
par de aulas de construcción antigua.
Las micro estaban en un estado
deplorable con los techos de uralita rajados que se calaban en cuanto comenzaba
a llover y el patio era fiel reflejo de lo que era todo el barrio: una pequeña
extensión de tierra con una cancha de cemento cuarteado para intentar jugar al
baloncesto.
La minúscula y tenebrosa (sólo tenía un
ventanuco) sala de profesores era el lugar donde nos reuníamos los maestros que
estábamos libres de clase para “arreglar el país”, corregir y preparar las
clases.
que nostalgia es recordar,
ResponderEliminarbesos
Sigue, sigue, que te estoy siguiendo. ¡Qué mayores somos!
ResponderEliminar