Martina almorzaba en el comedor de su colegio y yo, como
en el mío no lo había, me apunté a comer en un bar que me cogía a mitad de
camino de mi casa: “El Bar Alconchel”, donde coincidía con un pariente de mi
mujer que estaba en el Colegio del Ferrobús, Paco Moreno y con un diácono que
estaba adscrito a la Parroquia de San Francisco, Manolo Vida.
El bar estaba regentado por la familia Romero Alconchel,
Antonio y su hijo Mario en la barra y Cándida en sus fogones haciendo cada día
que nos “chupáramos” los dedos con sus guisos al estilo de la cocina “granaína”.
Se comía tan bien que el curso siguiente (cuando Martina
y yo estábamos en el Colegio Séneca) nos quedamos a comer los dos junto con un
compañero nuevo, Adolfo Etchemendi.
El caso es que, aunque han pasado muchos años, sigo
conservando mi amistad con Mario y con su madre pues Antonio Romero, el padre,
falleció.
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