viernes, 9 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Cuarta entrega


Martina almorzaba en el comedor de su colegio y yo, como en el mío no lo había, me apunté a comer en un bar que me cogía a mitad de camino de mi casa: “El Bar Alconchel”, donde coincidía con un pariente de mi mujer que estaba en el Colegio del Ferrobús, Paco Moreno y con un diácono que estaba adscrito a la Parroquia de San Francisco, Manolo Vida.
El bar estaba regentado por la familia Romero Alconchel, Antonio y su hijo Mario en la barra y Cándida en sus fogones haciendo cada día que nos “chupáramos” los dedos con sus guisos al estilo de la cocina “granaína”.
Se comía tan bien que el curso siguiente (cuando Martina y yo estábamos en el Colegio Séneca) nos quedamos a comer los dos junto con un compañero nuevo, Adolfo Etchemendi.
El caso es que, aunque han pasado muchos años, sigo conservando mi amistad con Mario y con su madre pues Antonio Romero, el padre, falleció.

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