sábado, 10 de noviembre de 2018

Mis crónicas de Palma: Entrada número cinco


         A partir del curso 1979-80 y hasta el 1995-96 estuve destinado en el Colegio Público Séneca que surgió como por arte de magia a partir de dos ampliaciones (teóricamente hablando) de los Colegios Primo de Rivera y San Sebastián. Digo teóricamente porque dichos centros escolares distaban un par de kilómetros de la ubicación de sus respectivas ampliaciones que “misteriosamente” aparecieron juntas y se convirtieron en un nuevo colegio que, entre otras cosas, necesitaba un transporte escolar que no estaba previsto pero como, en esa época, todo tenía solución, se hizo un desdoble con los autocares que transportaban a los alumnos del Colegio Duque de Rivas y “a otra cosa mariposa”: los maestros y maestras a esperar, vigilando a los alumnos y alumnas, hasta que volviesen los autocares que habían llevado a los del Duque de Rivas, con lo cual sólo teníamos dos horas para comer y descansar antes de la jornada de tarde.
         El primer año comíamos en el Bar Alconchel pero, a partir del siguiente curso, nos habituamos a tapear en el Bar del “Zapaterillo” que estaba en la esquina de la Avenida de la Paz con la de Goya, donde teníamos nuestro domicilio.

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