Bajó
del avión pálido como la cera y es que lo de volar no era santo de su devoción.
Si no hubiera sido porque estaba ya desesperado de buscar sin resultado un
trabajo, nunca hubiera cogido ese vuelo que le había trasladado hasta las Américas.
Después
de recoger su equipaje y de pasar los trámites de la aduana, atravesó la
terminal y salió al exterior.
Rechazó
el ofrecimiento de varios taxis pues debían venir a recogerle según le dijeron
por teléfono antes de salir de España y se aproximó al bordillo de la acera con
la intención de hacerse visible a la persona que viniese a por él.
Los
primeros quince minutos de tardanza los achacó a la circulación, cuando ya
llevaba media hora esperando pensó que habrían sufrido una avería. Su teléfono
móvil no funcionaba en absoluto porque no habría ninguna compañía telefónica
compatible con la suya.
Según
iban pasando las horas su preocupación iba aumentando a pasos agigantados hasta
que al fin, cansado de esperar a pie firme, tomó la decisión de volver a entrar
en la terminal del aeropuerto y continuar su espera de una forma más cómoda.
Dio media vuelta y… entonces fue cuando lo comprendió: Se había equivocado de
aeropuerto.
Dios, espeluznante, maestro de la intriga. Me ha encantado. Besos
ResponderEliminarGRACIAS A TÍ QUE ERES INCONDICIONAL Y GUAPA. UN BESO
ResponderEliminar¿Lo habría hecho inconscientemente por miedo a dar un paso que le producía pavor? Todos los arranques son difíciles (salvo que seas hijo de alguien).
ResponderEliminarUn saludo
JM
Pudiera ser...
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