No te conozco, le dijo dando la espalda él,
no te recuerdo o, al menos, te olvidé
si alguna vez pudimos conocernos.
Fue como si sufriera un martillazo
que la dejó sin nada que decir,
que la dejó inmóvil y callada,
esperando con gran resignación
un nuevo golpe que la descerebrara,
que se acabara ese sinvivir
que la tenía viva y muerta a la vez
que la dejara en paz vivir su vida.
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