martes, 10 de abril de 2012

Una historia de piratas

Creo que aquel pirata no era un pirata de verdad, al menos no era un pirata de pata de palo porque conservaba sus dos piernas. Tampoco era tuerto aunque llevaba tapado el ojo izquierdo. ¿Qué cómo sé que no era tuerto de verdad?, pues porque antes de entrar al baño el ojo tapado era el derecho, y, además, no iba vestido de pirata ni nuestro pueblo estaba junto al mar y, por lo tanto el pirata no podía tener un barco como era obligatorio para todo pirata que se precie, no, aquel tío no era un pirata casi con toda seguridad, por más que, a veces, las apariencias engañan.

Pues a lo mejor era realmente un pirata y yo me estaba equivocando como casi siempre y mi razonamiento era un intento infructuoso por despertar mi inteligencia adormecida por el tedio y el aburrimiento que produce el hablar siempre de las mismas cosas.

En definitiva, podría apostar algo a que aquel sujeto era un pirata pero iba disfrazado de otra cosa.

Cualquiera sabe.

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