Durante
las horas en que el sol abrasaba, descansaba a la sombra del precario vivac que
construía diariamente con un trozo de lona que fue blanca (ahora mostraba un
color indefinido) y el bastón con el que se ayudaba para caminar cuando reinaba
la noche.
Su
provisión de agua y alimentos hacía ya varias jornadas que se acabó y sus
labios estaban resecos y cuarteados a causa de la sed. También había perdido ya
la cuenta del tiempo que llevaba caminando aunque su última referencia
consciente era de cuarenta días: ¡Cuarenta días y cuarenta noches! ¿Qué le
recordaba esa frase? La verdad es que sus neuronas no estaban ya para muchos
trotes pero el pensar le hacía olvidarse de la comida y de la bebida y por esa
razón dedicaba la mayor parte de su tiempo a estrujarse la mente para pensar y
pensar sin descanso.
De
pronto se paró en seco. Aquello que vislumbraba en el horizonte parecían luces.
Espoleado por la ansiedad aceleró el paso para llegar cuanto antes sacando
fuerzas de donde ya no tenía pero la ilusión de reencontrarse con la
civilización le daba alas en los pies…
─ ¡¡Corten!! ─ Gritó una
voz en medio del silencio ─ ¡¡Media hora para beber!!
Ya me parecía a mi mucho tiempo los cuarenta días con sus noches.
ResponderEliminarY sobre todo con sus noches
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