Al
parecer sus íntimos amigos sabían que aquello no le gustaba, por eso cuando la
cosa tomó un rumbo que terminaría irremediablemente abocándole a tomar una
decisión en el sentido de hacer lo que más odiaba en el mundo, le sacaron de allí
a la fuerza para evitarle un mal rato que, casi con toda seguridad, no le
reportaría ningún beneficio a su más que maltrecha salud mental.
─ Si no hubiera sido por vosotros, ahora estaría sumido
en el arrepentimiento y mi cabeza no me dejaría ni dormir ni descansar, ─
les dijo cuando consiguió recuperar el aliento.
Le
habían llevado corriendo un buen trecho y estaba al borde de la extenuación.
─ La verdad sea dicha, ─ comentó Ramón, que
era su mejor amigo, ─ no me explico cómo se te ocurrió
meterte a novillero siendo antitaurino de toda la vida.
─ Pues eso, ─ contestó tan
campante, ─ “locuras de juventud”.
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