El tinte tornasolado del horizonte de
Poniente iba disolviéndose lentamente para fundirse con la negrura de la noche
que, poco a poco, iba adueñándose del paisaje.
La Luna, detrás del horizonte de
Levante, se iba vistiendo con sus mejores galas para después hacer acto de
presencia inundando con su luz plateada todo el ambiente y dando principio a
esa “Luna azul” que sólo de vez en cuando nos es posible disfrutar a los
mortales...
Y como mortales la saboreamos porque es un plato digno de dioses y lo sabemos
ResponderEliminarUn beso caballero