Mi mejilla descansa en la mullida
almohada caliente de su espalda,
indolentes mis manos reconocen
marcando dolorosas en su piel
surcos rosados
que semejan caminos sin final
y encienden la pasión de madrugada.
Un suspiro se escapa de su ser
que responde de este modo a mis caricias
y su cuerpo se estremece en un temblor
pidiendo sin palabras que el placer
la llene toda.
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