No te soñé desnuda,
ni te miré por una
rendija de tu puerta
para excitar mis
instintos más procaces,
te miré de frente y
sin tapujos
y supe que tenía
que ser tuyo
pues sólo junto a
ti se apagaría
este fuego que
quema mis entrañas
y me ahoga, me
asfixia, me sofoca,
no me deja vivir
como un veneno
que quisiera
matarme lentamente
pero, también, de
forma inexorable
aunque me deja
mirarte y admirarte.
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