viernes, 28 de septiembre de 2018

La deuda impagada (1)


Lo que Nicolás deseaba cuando se levantó pesadamente de la cama de hojarasca, que se había fabricado en la caja de la camioneta, era que el amanecer no hubiese llegado nunca. Sabía, por experiencia propia, que aquello que iba a pasar no sería de ninguna manera agradable y sí extremadamente peligroso para su quebrantada salud: le esperaba una larguísima caminata hasta llegar al primer lugar habitado.
Hizo un último intento por arrancar la vieja Subaru, pero sólo se oyó un clic que indicaba la ausencia total de carga en la batería del vehículo. Observó la incipiente claridad que bañaba el horizonte y cargó con su pequeña mochila antes de comenzar a caminar siguiendo la carretera.
Por su cabeza comenzaron a pasar los recuerdos de lo que había sucedido el día anterior hasta que su vetusta picap se detuvo totalmente inutilizada por el calentón que le había dado haciendo más de mil kilómetros a toda mecha.
¿Por qué había sido tan estúpido? ¿Acaso aquella llamada de teléfono era suficiente para iniciar un viaje de forma tan precipitada?...


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