domingo, 30 de septiembre de 2018

La deuda impagada (2)


Todo comenzó hacía ya algunos años, cuando Nicolás acababa de terminar aquel trabajo de poner en regadío la finca del cacique de su pueblo y, al volver a su casa, encontró a su madre llorando en la cocina.
La pobre mujer no tenía consuelo y entre gemidos consiguió explicarle a su hijo que don Aurelio, (el cacique), había ido a visitarla para decirle que su difunto esposo, (el padre de Nicolás), le debía una sustanciosa cantidad de dinero que el ricachón le había prestado hacía ya quince años y que ahora, al no haberla pagado, se la reclamaba con intereses.
Al parecer la deuda ascendía a más de cien mil euros después de sumar intereses y hacer la transformación de las pesetas a la moneda actual y lo que estaba claro era que ni su madre ni él disponían de cantidad semejante. Para tratar de solventar el problema, Nicolás se encerró en su pequeño despacho para hacer cuentas de lo que don Aurelio le debía por el trabajo que acababa de hacerle. Después de muchas cuentas y recuentos comprobó que la factura ascendía a cuarenta y ocho mil trescientos treinta y cinco euros a los que tenía que restar los casi tres mil que tenía que abonar a sus proveedores y con esta cuenta en el bolsillo se fue a visitar al cacique.
Llegó pues a la casa de don Aurelio y le hicieron pasar al recibidor donde estuvo esperando casi una hora para que al final le dijera el administrador que su jefe no le podría recibir hasta el día siguiente a las once en punto de la mañana.
Contrariado pero resignado (porque no le quedaba otra) volvió a casa de su madre para explicarle lo que había pensado para tratar de solucionar, aunque fuera a medias, el problema que se cernía sobre sus cabezas…

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