¿Por qué
había elegido viajar por carreteras secundarias donde no había ni una
gasolinera? ¿Pensaba que ahorraría tiempo? Pero ahora no era el momento de
hacerse reproches sino de continuar el camino y llegar a un lugar habitado lo más
pronto posible.
Continuó
pues la marcha procurando no andar ni demasiado deprisa ni, tampoco, demasiado
despacio, se trataba de adaptar su paso a sus no excesivas fuerzas y así
garantizar que llegaría a un lugar que no sabía a cuanto estaba del sitio donde
se había parado su camioneta y volver con un mecánico que la pusiese en marcha
o la remolcara.
Los
recuerdos del asunto con el cacique volvieron a ocupar sus pensamientos:
Cuando
al día siguiente volvió a casa de don Aurelio a las once en punto de la mañana,
todavía tuvo que hacer antesala durante más de media hora hasta que el
administrador le hizo pasar al despacho.
El
“refugio de la fiera” era una habitación rectangular bastante espaciosa, al
fondo tenía un enorme ventanal y, delante de éste, se encontraba una mesa
grandísima y un sillón donde el cacique estaba sentado mirando hacia afuera, es
decir, dándole la espalda…
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